La situación del sistema energético en Cuba ha alcanzado un punto crítico. El Ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy, compareció recientemente en una conferencia de prensa para hablar sobre el estado del Sistema Electroenergético Nacional (SEN) y las proyecciones de futuro, que poco esperanzadoras ofrecen. En su intervención, el Ministro explicó que la mayoría de las termoeléctricas en el país están colapsadas o en proceso de avería, y la escasez de combustible, debido a la falta de divisas para su importación, ha dejado sin alternativas para cubrir la creciente demanda de electricidad.
De la O Levy expresó su optimismo ante esta crisis, pero sus palabras generaron una reacción de escepticismo entre los cubanos. Con una postura que muchos consideran desconectada de la realidad, el funcionario sugirió que el pueblo cubano, fiel a su tradición de “lucha y resistencia”, podría adaptarse y hacer uso de métodos alternativos como velas, mecheros o fogones de leña. Para algunos, esta declaración no fue más que un recordatorio de la falta de soluciones reales a una crisis que ya ha empujado al límite a millones de ciudadanos.
Este tipo de discurso, centrado en la capacidad de resistencia del pueblo cubano, ha comenzado a generar un profundo malestar entre la población. “¿Qué más quieren que aguantemos? Nos han pedido paciencia, sacrificios y más sacrificios durante décadas. Ya no podemos más”, expresó Yadira Martínez, una madre de tres hijos en La Habana. Sus palabras reflejan el sentimiento de frustración que se escucha en muchos hogares de la isla, donde las interrupciones de electricidad han sido una constante que afecta la vida cotidiana y la posibilidad de llevar a cabo las actividades más básicas.
El llamado del presidente Miguel Díaz-Canel a «seguir guapeando en aras de mantener las conquistas de la Revolución» ha sido igualmente controvertido. Para muchos, estas palabras son una petición irreal a un pueblo que ha soportado apagones interminables, escasez de alimentos y medicamentos, y que ahora se enfrenta al temor de un colapso energético total en el año 2025. “Nos piden que resistamos, pero ¿cómo vamos a vivir sin electricidad? ¿Cómo van a funcionar los hospitales, las escuelas o la poca industria que queda en pie?”, cuestiona Mario Suárez, un trabajador de una planta de ensamblaje en Matanzas.
Ante este panorama, expertos en la isla y en el extranjero advierten que el SEN requiere una modernización completa y una diversificación urgente de fuentes de energía. Sin embargo, el déficit de divisas y las sanciones internacionales complican enormemente estas alternativas. Mientras tanto, la vida de los cubanos sigue siendo sacrificada en medio de apagones, calor sofocante y la constante lucha por conseguir recursos básicos.
Muchos cubanos expresan que se sienten atrapados en un ciclo interminable de promesas y sacrificios, que siempre parece recaer en los hombros del pueblo. La frustración aumenta y las críticas hacia el discurso oficial, que pide más “compresión” y “resiliencia”, no cesan. “Es fácil pedir sacrificios cuando uno no está en la misma situación. Mientras los que están en el poder pueden garantizarse su electricidad y sus recursos, nosotros estamos aquí, apagados y cansados”, añade Ernesto González, quien desde Santiago de Cuba resume el sentir de miles de ciudadanos.
La falta de una estrategia clara para resolver esta crisis energética es solo una de las muchas preocupaciones para el cubano promedio. Cada día se agrava la percepción de que los discursos no se traducen en acciones efectivas, mientras las necesidades de la gente aumentan. La paciencia de la población cubana, que históricamente ha sido elogiada por su resistencia y capacidad de adaptación, parece estar llegando al límite en un contexto que exige respuestas reales y sostenibles.
Para muchos, este no es solo un problema de energía, sino el reflejo de un sistema que no responde a las necesidades de quienes viven y trabajan en la isla. A medida que la situación se deteriora y las expectativas de mejora se difuminan, las voces de los cubanos, como la de Yadira, Mario y Ernesto, son un claro llamado a que se tomen medidas concretas y se dé prioridad a las verdaderas necesidades de la población.