Fredesvinda García Valdés, más conocida como «Freddy», fue una de las voces más impactantes y originales de la escena musical cubana. A pesar de su corta trayectoria, que se extinguió abruptamente con su fallecimiento en 1961, Freddy dejó un legado memorable que sigue evocando el espíritu bohemio y melancólico de la Cuba de mediados del siglo XX.
Freddy nació en 1935 en Céspedes, un pequeño pueblo en la provincia de Camagüey, en una familia campesina de escasos recursos. Su vida comenzó con un modesto trabajo como cocinera en La Habana, donde se había trasladado a los 12 años, pero su voz pronto atrajo la atención de quienes la escuchaban cantar en su tiempo libre en los bares de la capital. Su gran oportunidad llegó cuando fue contratada para actuar en el cabaret del Hotel Capri, en la famosa revista musical «Pimienta y Sal». Allí, su imponente presencia y voz cautivadora comenzaron a moldear su leyenda.
Con un estilo particular marcado por su voz profunda y matices andróginos, Freddy interpretaba boleros y canciones de amor con una intensidad emocional que rompía las normas de la época. En 1960, grabó su único álbum de larga duración, una colección de temas que fusionaban bolero, jazz y canciones populares. Bajo la dirección de Humberto Suárez, este disco incluyó piezas icónicas de compositores como George Gershwin y Cole Porter, junto a temas cubanos que hoy son parte esencial de su legado musical.
La carrera de Freddy la llevó a recorrer escenarios de México, Venezuela y Puerto Rico, donde alcanzó notable popularidad. Sin embargo, el 31 de julio de 1961, la vida de esta artista terminó de forma inesperada a los 25 años debido a un infarto de miocardio mientras se encontraba en San Juan de Puerto Rico. Su muerte puso fin a una carrera meteórica, dejando tras de sí una imagen inquebrantable y un repertorio de canciones que se han convertido en referencia para la música cubana.
Freddy también inspiró a grandes figuras de la literatura. El escritor cubano Guillermo Cabrera Infante incluyó un personaje basado en ella en su novela «Tres tristes tigres», lo cual consolidó aún más su imagen en la cultura cubana y le dio una dimensión literaria que trasciende las generaciones.
Aunque Freddy vivió intensamente sus últimos años en el escenario, siempre regresaba a la música como un refugio para expresar sus propias penas y sueños. Hoy, su legado persiste como una de las figuras más queridas y recordadas de la música cubana, símbolo de una voz que, a pesar de haberse apagado demasiado pronto, sigue cantando en la memoria colectiva de su país y del Caribe.
