En un mundo donde las tensiones geopolíticas se reconfiguran constantemente, la relación entre Estados Unidos y Cuba sigue siendo un rompecabezas histórico lleno de simbolismo y controversias territoriales. Recientemente, la Base Naval de Guantánamo ha vuelto a captar la atención pública tras las declaraciones del congresista cubanoamericano Carlos Giménez, quien visitó el enclave militar a principios de este mes. ¿Podría esto marcar el inicio de unas negociaciones históricas que transformen esta relación bilateral, o es solo un eco más de discursos políticos sin avances concretos?
El 11 de marzo, Giménez, representante republicano por Florida, pisó suelo cubano por primera vez en 64 años como parte de una delegación del Congreso estadounidense. Su destino no fue La Habana ni su natal Manzanillo, sino la Base Naval de Guantánamo, un área de 117 kilómetros cuadrados bajo control de Estados Unidos desde 1903. En una entrevista con Fox News Digital, el congresista afirmó estar “en la única parte libre de Cuba” y expresó su deseo de ver una isla completamente libre. “Siempre he querido eso, pero ahora me prometí no regresar hasta que toda Cuba lo sea”, dijo, mostrando una postura que fusiona recuerdos personales con una visión política clara.
Estas declaraciones llegan en un momento en que la devolución de Guantánamo sigue siendo una demanda histórica del gobierno cubano, que ve la presencia estadounidense como una ocupación incompatible con el derecho internacional. Desde 1959, Cuba ha rechazado los cheques anuales de 4,085 dólares enviados por Estados Unidos como pago por el arrendamiento perpetuo acordado en el Tratado cubano-estadounidense de 1903. Para La Habana, ese acuerdo, firmado bajo las condiciones de la Enmienda Platt, carece de validez, un planteamiento que ha resonado en espacios como la CELAC, aunque no ha logrado cambiar la posición de Washington.
En redes sociales como X, el debate está vivo. Usuarios como @CubaLibre2025 sugieren que “la administración Trump podría usar Guantánamo como pieza de negociación, pero solo si Cuba avanza en temas como derechos humanos”. Otros, como @GuantanamoNoUS, insisten: “Es un territorio tomado, no hay nada que negociar, debe devolverse sin condiciones”. Estas voces reflejan la diversidad de opiniones que aún divide a ciudadanos, diásporas y observadores globales.
Aun así, la historia reciente indica que la devolución de Guantánamo no es una prioridad inmediata para Estados Unidos. Durante el acercamiento de 2015 impulsado por Barack Obama, Roberta Jacobson, entonces subsecretaria de Estado, aclaró que “el tema de Guantánamo no está sobre la mesa en estas conversaciones”. Una década después, con una postura más firme desde Washington hacia Cuba, las palabras de Giménez parecen alinearse con esa perspectiva: la base no es solo un punto militar, sino un símbolo de principios para algunos en Estados Unidos. Aunque ciertos analistas cuestionan su relevancia estratégica actual, otros la defienden como un recurso contra el narcotráfico o una baza diplomática.
¿Qué podríamos esperar, entonces, de unas posibles negociaciones? La Ley Helms-Burton de 1996 establece que Estados Unidos consideraría la devolución solo con un gobierno cubano electo democráticamente, una condición que choca con la situación política de la isla. Por su parte, Cuba ha vinculado la normalización plena de relaciones al retiro de las fuerzas estadounidenses de Guantánamo, como afirmó Raúl Castro en varias ocasiones. Este punto muerto sugiere que cualquier progreso exigiría compromisos significativos de ambas partes, algo que parece lejano en el clima actual.
La visita de Giménez, más allá de su carga emocional, podría interpretarse como una señal de que el tema no ha muerto, aunque no necesariamente en términos de entrega. En X, el congresista también ha abogado por señalar a quienes violan derechos humanos en Cuba y están en suelo estadounidense, lo que apunta a un enfoque de presión más que de concesión. Quizá Guantánamo siga siendo, como lo describió el académico Michael Strauss, un “agujero negro legal”, un espacio donde las leyes de ambos países se diluyen y las soluciones se posponen indefinidamente.
A medida que avanza el 2025, queda la incógnita: ¿será este el año en que Estados Unidos y Cuba encuentren un camino para resolver el dilema de Guantánamo? Por ahora, las palabras de Carlos Giménez nos recuerdan que, más allá de tratados y diálogos, hay una historia compleja que aún palpita, entre el mar Caribe y las colinas de Caimanera. Tal vez la solución, como la libertad misma que muchos anhelan para Cuba, permanezca suspendida en un horizonte distante.