La emblemática película cubana Lista de Espera, dirigida por Juan Carlos Tabío en el año 2000, nos presenta la historia de un grupo de pasajeros atrapados en una terminal de ómnibus en el interior de Cuba, a la espera de un transporte que nunca llega. Durante su forzosa estancia, los personajes desarrollan relaciones, confrontan sus problemas y transforman la estación en un microcosmos donde reina la solidaridad y la esperanza. Sin embargo, la realidad actual en la Terminal de Lista de Espera de Villanueva, en La Habana, dista mucho de aquella utopía cinematográfica. Aquí, la espera es solo un elemento más de una situación que parece extraída de una pesadilla, donde la desesperación y la impotencia marcan cada hora que pasa.
Desde hace seis días, según la Tijera en Facebook, decenas de viajeros han quedado atrapados en la terminal sin la posibilidad de avanzar hacia sus destinos. La falta de ómnibus ha convertido este lugar en una suerte de limbo, donde las condiciones de vida son cada vez más precarias. Según testimonios de los propios afectados, ni siquiera con dinero adicional han logrado obtener un pasaje. Las palabras de uno de los afectados, quien lleva casi una semana en la terminal junto a su esposa y un bebé en brazos, resumen la desesperación: «De aquí no se ha podido salir ni dando más billetes».
A diferencia de la película, donde la espera se torna en un proceso de autodescubrimiento y unión entre los personajes, en Villanueva la espera es sinónimo de miseria y abuso. Mujeres con niños, ancianos, enfermos que viajaron a La Habana para realizar trámites médicos, se ven obligados a dormir en el suelo, como si fueran animales. Las instalaciones sanitarias, que deberían ofrecer al menos un mínimo de dignidad, se han convertido en un reflejo de la situación general: baños llenos de orina y excremento, carentes de las condiciones mínimas de higiene. Esta es la realidad, un infierno que, lamentablemente, supera cualquier guion cinematográfico.
El abuso de los conductores privados, que cobran hasta 8 mil pesos por persona para transportar a los desesperados pasajeros, añade una capa más de injusticia a esta situación. Mientras que en Lista de Espera, los personajes encuentran formas creativas de sobrellevar su situación y hasta de mejorarla, aquí en Villanueva la creatividad se ha manifestado en formas de explotación que solo agravan la desesperación de quienes ya se encuentran en una situación límite.
La historia de la Terminal de Villanueva no es nueva ni única. Es un reflejo de un problema más amplio que aqueja a Cuba: la ineficiencia del sistema de transporte público y la desigualdad que surge en medio de esta crisis. En un país donde moverse de un punto a otro se ha convertido en una odisea, las listas de espera se multiplican, no solo en las terminales de ómnibus, sino también en los hospitales, las oficinas de trámites y en la vida misma de los cubanos.
Es inevitable comparar la esperanza que irradiaba la película Lista de Espera con la cruda realidad que viven los cubanos hoy. En el filme, la terminal se transformaba en un lugar casi idílico, un espacio donde las adversidades unían a los personajes y les permitían soñar con un futuro mejor. Pero en la Terminal de Villanueva, el único sueño que prevalece es el de poder salir de allí cuanto antes, de encontrar un medio de transporte que los lleve a su destino, de escapar de una espera que no tiene fin ni sentido.
La película nos mostraba una Cuba donde, a pesar de las dificultades, siempre había espacio para la esperanza y la solidaridad. En contraste, la situación actual en la Terminal de Villanueva nos enfrenta a una Cuba donde la esperanza se desmorona ante la realidad, donde la solidaridad es reemplazada por la explotación y donde las listas de espera se han convertido en un símbolo de la frustración cotidiana.
El drama que viven los pasajeros en Villanueva es un recordatorio doloroso de cómo la ficción y la realidad pueden tomar caminos tan distintos. Mientras que Lista de Espera nos hacía reflexionar sobre la capacidad humana de sobreponerse a las adversidades, la situación actual en La Habana nos invita a cuestionar hasta qué punto podemos seguir esperando sin perder la dignidad.