Esta mañana, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) eliminaron a Jaber Amar, conocido como Abu Ali, un miembro fundador de Hamás. Este hombre, cuya vida estuvo dedicada a la lucha contra Israel, dejó tras de sí palabras que reflejan el extremismo de su ideología. Según declaraciones atribuidas a él, afirmó: “No combatimos a los judíos por ser judíos, ni siquiera porque sean sionistas criminales. Nuestro profeta nos ordenó eliminarlos, y Dios nos ordenó exterminar a todos los judíos”. Con su muerte, se cierra un capítulo más en el conflicto que ha marcado la región durante décadas.
La historia parece repetirse: aquellos que han levantado su voz o sus armas contra Israel a menudo han encontrado un final trágico. No es difícil encontrar ejemplos de figuras que, tras desafiar o maldecir al Estado judío, terminaron enfrentando consecuencias fatales. Por citar algunos casos documentados, podemos recordar a líderes como Ahmed Yassin, fundador de Hamás, eliminado por un ataque aéreo israelí en 2004, o Abdel Aziz al-Rantisi, su sucesor, quien corrió la misma suerte ese mismo año. Incluso en un contexto más amplio, figuras como Saddam Hussein, quien lanzó misiles contra Israel en 1991 y amenazó con destruir el país, terminó ejecutado en 2006 tras años de conflicto y caos. Estos ejemplos no implican una conexión mística, sino que ilustran una realidad: enfrentarse a Israel, una nación con un ejército poderoso y una determinación inquebrantable, suele terminar mal para sus adversarios.
Sin embargo, este medio no celebra la violencia ni la pérdida de vidas. La muerte de Jaber Amar, como la de cualquier persona, no es un motivo de alegría absoluta, sino un recordatorio sombrío de un conflicto que sigue cobrando víctimas. Es imperativo aclarar que no apoyamos el sufrimiento de inocentes, especialmente de niños, que son los más vulnerables en esta guerra interminable. La paz debe ser el objetivo final, y eso incluye a ambos lados: tanto los israelíes que viven bajo la amenaza de cohetes como los palestinos que enfrentan las consecuencias de una lucha que no eligieron. No se debe confundir este artículo con un respaldo a la muerte indiscriminada; al contrario, abogamos por un futuro donde las armas callen y las generaciones venideras no hereden este ciclo de dolor.
El caso de Jaber Amar subraya una lección que el tiempo ha repetido: quienes dedican su existencia a la destrucción de Israel suelen encontrar un destino adverso. Pero más allá de la victoria militar de las FDI esta mañana, la verdadera victoria sería un día en que no haya necesidad de titulares como este, un día en que la paz prevalezca sobre el odio. Hasta entonces, el mundo sigue observando, y la historia sigue escribiéndose con tinta roja.