En los últimos años, la situación de los zoológicos en Cuba ha llegado a ser uno de los símbolos más evidentes de la profunda crisis que atraviesa la isla. Estas instituciones, que alguna vez fueron emblemas de conservación y recreación, hoy muestran un cuadro desolador marcado por el abandono, la desnutrición de los animales y la falta de recursos. Este deterioro no solo evidencia las limitaciones económicas del país, sino que también refleja la precariedad del sistema en su conjunto, desde la gestión de recursos hasta la aplicación de políticas de bienestar animal.
Un Deterioro Progresivo
Los zoológicos en Cuba, que alguna vez fueron considerados espacios educativos y de entretenimiento, han caído en un estado de abandono alarmante. El Zoológico de 26 en La Habana, uno de los más antiguos de la isla, es quizás el ejemplo más notorio de esta decadencia. Inaugurado en 1939 con una visión conservacionista, científica y pedagógica, hoy en día sus instalaciones se encuentran en un estado deplorable.
Los visitantes que acuden al Zoológico de 26 se encuentran con un panorama desolador: jaulas sucias, animales famélicos y un ambiente que dista mucho de ser adecuado para cualquier tipo de vida. Los leones, que en otro tiempo representaban el orgullo del zoológico, ahora muestran signos evidentes de desnutrición, con pieles cubiertas de ampollas y huesos prominentes que se marcan a través de su pelaje. El estado de los cocodrilos y otros reptiles es igualmente alarmante; algunos de sus estanques están completamente secos, y el agua que debería ser su hábitat natural simplemente no existe. Además, la falta de mantenimiento ha permitido que plagas como los caracoles africanos se propaguen sin control, afectando aún más el bienestar de los animales.
Este cuadro de deterioro no solo se limita a La Habana. Otros zoológicos en diferentes provincias de Cuba también exhiben un estado crítico. En Sancti Spíritus, por ejemplo, se reporta que los animales viven en condiciones de miseria, con jaulas oxidadas y alimentos insuficientes. En Caibarién, un mono escapó del zoológico, posiblemente impulsado por la desesperación y el hambre, generando un despliegue de seguridad desproporcionado que incluyó a fuerzas militares para su captura. Este incidente subraya la magnitud de la crisis que afecta a los zoológicos en toda la isla.
La Crisis Alimentaria: Un Sufrimiento Silencioso
Uno de los aspectos más alarmantes de esta situación es la crisis alimentaria que sufren los animales en estos zoológicos. La falta de recursos ha llevado a una desnutrición generalizada entre las especies, lo que ha sido denunciado repetidamente por visitantes, trabajadores y defensores de los derechos de los animales. Las raciones de comida son insuficientes, y en muchos casos, los animales pasan días sin recibir alimentación adecuada.
En el Zoológico de 26, los leones, que en su hábitat natural son poderosos depredadores, se han reducido a esqueletos vivientes. Esta desnutrición extrema no solo afecta su salud física, sino que también deteriora su comportamiento y bienestar general. Las aves, reptiles y otros mamíferos también sufren de esta crisis alimentaria, lo que ha llevado a situaciones como la muerte de un lobo marino en el Acuario Nacional, donde la desnutrición fue señalada como la causa principal.
Este sufrimiento se refleja también en la desesperación de los animales por escapar de sus jaulas, como fue el caso del mono de Caibarién. Estas fugas, aunque no son frecuentes, son un síntoma claro de las condiciones extremas que padecen los animales en cautiverio. La situación es tan grave que algunos activistas han propuesto el cierre de estos zoológicos, argumentando que las condiciones actuales son inaceptables y que los animales estarían mejor en reservas o santuarios donde puedan recibir el cuidado que necesitan.
Impacto en la Sociedad y la Conciencia Pública
La situación de los zoológicos en Cuba no solo afecta a los animales que habitan en ellos, sino que también tiene un impacto profundo en la sociedad cubana. Estos lugares, que en su momento fueron sitios de recreación familiar, hoy son testigos de la desesperanza y la desilusión de los visitantes, especialmente de los niños. Lo que debería ser una experiencia educativa y entretenida se ha convertido en un recorrido por instalaciones decadentes, donde los animales exhiben el resultado del abandono y la falta de recursos.
Además, la crisis en los zoológicos ha generado un aumento en las quejas y denuncias por parte de activistas y ciudadanos. La Ley 31 de Bienestar Animal, que exige que se mantengan las condiciones necesarias para que los animales no sufran estrés ni malnutrición, parece ser ignorada sistemáticamente. Esta falta de cumplimiento ha llevado a un aumento en las demandas de reformas y cambios estructurales, no solo en la gestión de los zoológicos, sino en todo el sistema de protección animal en Cuba.
El malestar social también se refleja en las redes sociales, donde los usuarios expresan su indignación ante el trato que reciben los animales y la falta de acción por parte de las autoridades. Las imágenes de animales famélicos y jaulas sucias circulan ampliamente, generando un debate público sobre la viabilidad de mantener estos espacios abiertos bajo las condiciones actuales. Las voces que piden el cierre de los zoológicos y la reubicación de los animales en santuarios más adecuados se hacen cada vez más fuertes, reflejando una creciente conciencia sobre el bienestar animal en la sociedad cubana.
Un Futuro Incierto para los Zoológicos en Cuba
El futuro de los zoológicos en Cuba es, en el mejor de los casos, incierto. La falta de recursos, la crisis económica y la ausencia de un compromiso real con la conservación y el bienestar animal hacen que estas instituciones estén al borde del colapso. Sin una intervención significativa y urgente, es probable que los zoológicos continúen deteriorándose hasta un punto en el que ya no sean sostenibles.
Para evitar este destino, sería necesario un replanteamiento completo de la función de los zoológicos en la isla. Esto incluiría no solo la mejora de las instalaciones y la alimentación de los animales, sino también la implementación de programas de educación y conservación que realmente cumplan con su propósito original. Asimismo, sería crucial establecer colaboraciones internacionales que puedan aportar recursos y conocimientos para mejorar las condiciones de vida de los animales en cautiverio.
En conclusión, los zoológicos en Cuba han pasado de ser espacios de recreación y educación a convertirse en símbolos del deterioro y la crisis del país. El sufrimiento de los animales cautivos es un reflejo de las fallas estructurales más amplias que afectan a toda la sociedad cubana. A menos que se tomen medidas drásticas para abordar estos problemas, es probable que los zoológicos de la isla sigan siendo lugares de miseria, tanto para los animales como para los seres humanos que los visitan.