Termoeléctrica Antonio Guiteras

Ya no es noticia: el apagón eterno y las «novedades» eléctricas de cada día en Cuba

Cuba amanece este domingo con una novedad que no es tan nueva: el déficit eléctrico ha alcanzado los 1224 megavatios (MW). Sí, leyeron bien, el déficit, no la generación. Porque lo que sí sigue siendo noticia —aunque ya ni sorprende— es la cantidad de electricidad que no tenemos. Tal parece que el verdadero logro del país es tener récords mundiales en cortes de electricidad, casi como si los apagones fueran un deporte nacional.

Pero, ¡oh sorpresa! No podemos decir que nadie nos lo advirtió. Los cubanos ya estamos curtidos en estas cuestiones. ¿Apagones de 7, 8, 9, 15 horas? Pfft, ¿quién se asombra ya? Si lo raro, en todo caso, sería encender una bombilla y que funcione de corrido durante todo el día. Eso sí sería digno de titulares, algo para los libros de historia.

Hoy, mientras muchos intentan cocinar, trabajar, o simplemente sobrevivir, se nos dice que el déficit de 1224 MW es una cifra «inesperada», aunque ya sabemos que lo «inesperado» en Cuba siempre se espera. ¿Quién no ha escuchado a la Unión Eléctrica (UNE) haciendo malabares con cifras? Según ellos, se previó un déficit menor para el día, pero el destino —o quizás una turbina oxidada en alguna termoeléctrica— tenía otros planes para nosotros. Y aquí estamos, con nuestras velas y abanicos de mano, disfrutando del cálido abrazo de la crisis energética.

Lo mejor de todo esto es que la UNE sigue poniéndole su toque de suspenso a cada jornada: ¿Cuántos megavatios de déficit alcanzaremos hoy? ¿Cuántas horas de oscuridad? El pueblo cubano es sometido diariamente a una especie de lotería energética en la que todos salimos perdiendo. ¿Hoy toca apagón en Camagüey, Matanzas o Granma? ¡Hagan sus apuestas! Y para los más atrevidos, el bonus track: ¿Cuántos electrodomésticos sobrevivirán al reinicio de la corriente eléctrica? Aquí los apagones no solo desafían nuestra paciencia, sino también nuestra capacidad de reparación doméstica. Que se rompa una nevera o un televisor después de un corte de luz ya es casi un ritual de paso para cualquier cubano.

Y mientras tanto, las provincias se baten en un duelo por ver quién acumula más apagones. Camagüey con sus apagones de más de 7 horas va a la cabeza, pero Matanzas y Granma no se quedan atrás. En Unión de Reyes y Limonar los apagones ya rozan las 9 horas, porque al parecer ser “campeones” en cortes eléctricos da alguna especie de prestigio. En Yara, por ejemplo, un apagón de 15 horas ayer no fue más que una cálida bienvenida a lo que, seguramente, será otro día de penumbras. ¿15 horas sin electricidad? Nada que una linterna y algo de resignación no puedan sobrellevar.

Por supuesto, todo esto tiene sus “explicaciones técnicas” que la UNE nos ofrece generosamente. Falta de combustible, máquinas que no funcionan, patanas flotantes en la Bahía de La Habana y Santiago que se quedan sin recursos. En otras palabras, nos dicen que hay múltiples excusas para el colapso, pero soluciones… de esas no tantas. Los cubanos tenemos que resignarnos a que mientras falte combustible, falte mantenimiento o falte planificación (que ya es habitual), tendremos más de lo mismo: calor, sudor y apagones. Lo bueno es que la UNE parece ser experta en medir la paciencia del pueblo, o mejor dicho, en estirarla al máximo.

A todo esto, el gobierno sigue haciendo malabares discursivos, asegurando que “pronto” la situación mejorará. ¿Pronto? ¡Claro que sí! Pronto es cuando uno prende el ventilador y luego de tres segundos ya no sirve porque se va la luz. «Pronto» es el equivalente cubano de «nunca pero con esperanza». Los cubanos vivimos en esa especie de limbo, esperando una mejora que jamás llega, como esos buses fantasmas que nunca pasan pero que supuestamente están en camino.

Mientras tanto, la creatividad del cubano no tiene límites: las estrategias para sobrevivir a los apagones ya forman parte de nuestra vida cotidiana. Desde congelar botellas de agua para mantener las cosas frías (hasta que el congelador deja de funcionar), hasta el noble arte de «planchar» con las manos la ropa arrugada después de que se nos va la luz a mitad del proceso. Y ni hablar de la conexión a internet: ese lujo que desaparece al ritmo de la electricidad, convirtiendo cualquier intento de trabajar o estudiar en una odisea digital.

Pero claro, todo tiene su lado positivo. Con tanto apagón, estamos recuperando esas habilidades perdidas de la era pre-digital. Las cartas, el dominó, y las largas conversaciones bajo la tenue luz de una vela vuelven a ser la norma. Quizás esto sea parte de un plan maestro para revivir esas tradiciones olvidadas. Quién sabe, tal vez algún día descubran que los apagones son parte de una gran estrategia cultural.

Así que, cubanos y cubanas, ¡celebremos este logro nacional! Porque, al final del día, no es cualquier país el que puede sobrevivir a un déficit de más de 1200 MW con tanta elegancia. No todos pueden jactarse de haber hecho del apagón un arte, y de haber convertido la oscuridad en una compañía constante. Y quién sabe, quizás mañana la UNE nos sorprenda con más megavatios de déficit. Pero tranquilos, ya no es noticia. ¡Bienvenidos a Cuba, donde lo único que nunca falta es la falta de electricidad!

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