El reciente anuncio por parte de la junta gobernante de Níger, liderada por el Coronel Mayor Amadou Abdramane, marcó un hito significativo en las relaciones internacionales del país con Estados Unidos. En una declaración que resonó tanto a nivel local como internacional, Abdramane anunció la terminación inmediata del acuerdo que permitía la presencia de personal militar y civiles del Departamento de Defensa de EE.UU. en su territorio. Este acuerdo había sido un pilar de la cooperación en materia de seguridad entre ambos países desde 2012, con el objetivo explícito de combatir el terrorismo en la región del Sahel en África Occidental.
La decisión de Níger se produce en un contexto de creciente violencia terrorista en la región y sigue a la visita de una delegación estadounidense de alto nivel, que buscaba salvar la base estadounidense valorada en cuarto de billón de dólares en el país. Esta delegación incluía a altos funcionarios de los Departamentos de Estado y Defensa de EE.UU., así como al General Michael Langley, jefe del Comando de África de EE.UU. (AFRICOM). Sin embargo, las conversaciones no lograron su propósito, y la junta gobernante acusó a la delegación de adoptar una actitud condescendiente y amenazante, rechazando cualquier tentativa de influir sobre la soberanía de Níger y su derecho a elegir a sus propios aliados en la lucha contra el terrorismo.
Esta situación plantea preguntas profundas sobre la eficacia de la cooperación militar estadounidense en la región y la necesidad de reevaluar las estrategias para lograr una verdadera estabilidad y desarrollo. A pesar de los significativos recursos invertidos por Estados Unidos en Níger, incluyendo más de 500 millones de dólares en asistencia militar desde 2012 y la construcción de una base aérea estratégica en Agadez, la violencia terrorista ha aumentado exponencialmente. Según el Centro de Estudios Estratégicos de África, un instituto de investigación del Departamento de Defensa, los ataques de militantes islamistas en el Sahel resultaron en 11,643 muertes el año pasado, lo que representa un incremento de más del 50,000 por ciento en comparación con las dos décadas anteriores.
La respuesta de Estados Unidos al anuncio de Níger ha sido tibia, buscando aclaraciones sobre las implicaciones de esta decisión, mientras que simultáneamente expresa preocupaciones sobre las potenciales relaciones de Níger con Rusia e Irán. Esta situación destaca un momento crítico para la política exterior estadounidense, que debe enfrentar la realidad de que la cooperación de seguridad, para ser duradera y efectiva, requiere de un enfoque que priorice el desarrollo genuino y el respeto por la soberanía nacional, en lugar de imponer modelos de cooperación que no atienden a las necesidades y expectativas de las poblaciones locales.
La decisión de Níger de terminar su cooperación militar con EE.UU. es un llamado de atención sobre la necesidad de repensar la estrategia estadounidense en África y en otras regiones, donde la seguridad y el desarrollo deben ir de la mano. Este evento no solo refleja el deseo de Níger de tomar el control de su futuro y definir sus propias estrategias de seguridad y desarrollo, sino que también subraya la importancia de que las potencias globales reconozcan y respeten la agencia y soberanía de los países con los que buscan asociarse. La verdadera seguridad, al final del día, se construye sobre la base del respeto mutuo, el desarrollo sostenible y la cooperación equitativa.
Fuente: The Intercept