Tres economistas cubanos coinciden en señalar el empobrecimiento generalizado, la acelerada migración y la creciente desigualdad social como indicadores de la necesidad de reformas profundas y coherentes que trasciendan lo económico y alcancen lo político e institucional. «Este año está siendo peor que 2022», afirma el doctor en Economía Omar Everleny, citando la crisis de combustible, los apagones, retrasos en la distribución de la canasta básica, alta inflación y dificultades para retirar efectivo de los bancos como ejemplos de un año particularmente desafiante.
A pesar de las iniciativas del Gobierno para fomentar el turismo, la inversión extranjera y el desarrollo de micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), la economía cubana no muestra signos de recuperación significativa. «El turismo internacional puede mejorar y aportar más divisas, pero no es suficiente para sacar a la economía cubana del abismo», señala Mauricio de Miranda, profesor en la Universidad Javeriana de Cali, Colombia.
Tamarys Bahamonde, candidata a doctora en Políticas Públicas y Administración Pública en la Universidad de Delaware, describe al sector turístico de la isla como «muy vulnerable» debido a la fuerte competencia regional, con destinos como Cancún y Punta Cana liderando el Caribe, y a las condiciones internas de Cuba, que incluyen infraestructuras deterioradas y servicios deficientes. Bahamonde cuestiona la estrategia de seguir construyendo grandes hoteles en un contexto donde la ocupación hotelera durante el primer semestre se situó solo en el 27%.
Este análisis refleja una realidad compleja en Cuba, donde las medidas actuales no parecen suficientes para contrarrestar los desafíos económicos existentes y se hace evidente la necesidad de un enfoque más amplio y posiblemente más innovador para lograr un cambio significativo.
