La administración del presidente Donald Trump evalúa seriamente aceptar como donación un lujoso Boeing 747-8 de la familia real catarí para sustituir el actual Air Force One, una decisión que, de concretarse, marcaría un hecho inédito en la historia de la aviación presidencial estadounidense. La propuesta, aún no oficializada, podría anunciarse durante la gira del mandatario por Arabia Saudí, Catar y Emiratos Árabes Unidos esta misma semana.
La aeronave, ampliamente descrita como un “palacio en el cielo” por su diseño ostentoso y comodidades de primer nivel, habría llamado la atención del presidente tras haber sido avistada en el Aeropuerto Internacional de West Palm Beach en febrero pasado. Fuentes consultadas por medios estadounidenses sostienen que se trata de una pieza única, equipada con salones de mármol, suites privadas y tecnología de última generación.
Según revelaciones de ABC News, el equipo legal de la Casa Blanca y el Departamento de Justicia habrían dado luz verde a la operación, argumentando que el Departamento de Defensa estaría legalmente facultado para aceptar el regalo. El plan prevé que, una vez concluido el mandato de Trump en 2029, el avión sería transferido a su biblioteca presidencial, quedando en su poder como parte de su patrimonio post-presidencial.
Sin embargo, el gesto no ha estado exento de polémicas. Diversos sectores han expresado inquietud ante la posibilidad de que Catar, país al que se le atribuyen vínculos financieros con organizaciones como Hamás, tenga influencia simbólica sobre la presidencia estadounidense. En las redes sociales, especialmente en la plataforma X, varios usuarios han calificado la medida de incoherente con el lema “Buy American”, reiteradamente promovido por Trump, y cuestionan la aceptación de un avión no encargado expresamente para el gobierno federal.
Desde una perspectiva pragmática, algunos analistas sugieren que la maniobra podría implicar un notable ahorro para el erario público. Durante su primer mandato, Trump autorizó un gasto de 3.900 millones de dólares para adquirir dos nuevos Boeing 747-8 destinados a modernizar la flota presidencial. La recepción de esta aeronave, por tanto, podría anular parte de esa inversión o reconfigurar su uso.
Hasta el momento, la Casa Blanca ha evitado pronunciarse oficialmente sobre el asunto. No obstante, se espera que el viaje presidencial por el Golfo Pérsico ofrezca un marco propicio para una eventual confirmación. La aceptación de un regalo de tal magnitud plantea preguntas delicadas sobre la diplomacia, la transparencia en las decisiones ejecutivas y los límites entre las relaciones personales del presidente y los intereses del Estado.
Con información de la agencia ABC