Hombre con gorra roja frente a sello presidencial.

¿Si Trump dice que no habrá ataque, deberíamos prepararnos para lo contrario?

La incertidumbre sobre el alto al fuego entre Israel e Irán ha escalado a niveles alarmantes luego de que el presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, lanzara duras críticas contra ambos países, apenas horas después de anunciar con entusiasmo un “cese total de hostilidades”. En declaraciones realizadas desde el Air Force One camino a una cumbre de la OTAN en los Países Bajos, Trump dejó en claro su frustración:

No estoy feliz con Israel… Apenas firmamos el acuerdo, salieron y lanzaron una lluvia de bombas como nunca antes. No puedes decir ‘ok, tienen 12 horas’ y en la primera hora soltar todo lo que tienes”, expresó en su red Truth Social.

La frase no pasó desapercibida. Menos aún cuando, minutos después, el propio mandatario aseguró que “Israel no va a atacar a Irán” y que “todos los aviones darán la vuelta y regresarán a casa”, afirmando incluso que el alto al fuego seguía en vigor, pese a reportes de ataques cruzados.

La contradicción entre sus palabras y la situación sobre el terreno ha despertado dudas sobre el verdadero alcance de sus afirmaciones y ha dejado al mundo preguntándose: ¿se puede confiar en los anuncios del presidente estadounidense cuando la realidad parece desmentirlo a cada paso?

El aparente alto al fuego ha sido recibido con cautela en Medio Oriente, donde países del Golfo como Qatar y Emiratos Árabes Unidos se mantienen en estado de alerta, tras los recientes ataques con misiles cuyos fragmentos cayeron cerca de zonas civiles. Como expresó Greg Carlstrom, corresponsal de The Economist, la situación ha generado un “profundo malestar” en la región:

“No querían esta guerra, y mucho menos que se les viniera encima”, comentó en CNN.

En medio del caos, Trump tuvo una llamada “firme y directa” con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para advertirle sobre la necesidad de mantener el alto al fuego. Pero, según fuentes de la Casa Blanca, el presidente se mostró visiblemente molesto por lo que consideró violaciones del acuerdo en las horas posteriores a su anuncio.

En paralelo, el Kremlin celebró públicamente la tregua, expresando su esperanza de que sea sostenible, tras una reunión entre el presidente ruso Vladimir Putin y el canciller iraní Abbas Araghchi. Moscú, aliado cercano de Teherán, ha condenado los recientes ataques estadounidenses contra instalaciones nucleares iraníes, defendiendo su posición en la región.

Mientras tanto, expertos nucleares revelan que los ataques coordinados de EE.UU. e Israel habrían destruido parte clave del programa de centrifugadoras de Irán, especialmente en la planta de Fordow. Aunque Irán mantiene aún reservas de uranio enriquecido, se estima que tardarían al menos uno o dos años en reconstruir su capacidad para desarrollar un arma nuclear si decidieran hacerlo.

La serie de mensajes contradictorios, tanto públicos como diplomáticos, genera una sensación creciente de que el proceso está siendo manejado con más improvisación que estrategia real. Trump parece alternar entre la euforia y la indignación, mientras la tensión en la región persiste y los actores implicados maniobran para no quedar como responsables del colapso del alto al fuego.

En este contexto, la comunidad internacional asiste a un teatro diplomático en el que las palabras del presidente de Estados Unidos pierden peso frente a la contundencia de los hechos. La pregunta que muchos se hacen ahora es inevitable:
¿Si Trump dice que no habrá ataque, deberíamos prepararnos para lo contrario?

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