Jean Twenge, profesora de Psicología en la Universidad Estatal de San Diego y autora de más de 180 publicaciones científicas, es una de las principales autoridades a nivel mundial en el estudio de las diferencias generacionales. Su obra más reciente, Generations, analiza las transformaciones sociales, culturales y psicológicas a lo largo de las últimas seis generaciones, con un enfoque particular en cómo la salud mental ha cambiado desde principios del siglo XX. Este exhaustivo análisis, que abarca más de 500 páginas llenas de datos y gráficos, compara las experiencias de los nacidos entre 1925 y 2012, abriendo un debate crucial sobre los problemas psicológicos que afectan a las generaciones actuales.
Aunque el libro aún no está disponible en español, su publicación ha desatado un intenso debate, en gran parte debido al análisis que Twenge realiza sobre la salud mental, un tema especialmente relevante para la llamada Generación Z, nacida a partir de mediados de los años noventa. Las estadísticas sobre el aumento de trastornos psicológicos en este grupo, apoyadas por datos de otros estudios internacionales, muestran un panorama preocupante. La situación se ha vuelto aún más alarmante en las últimas décadas, especialmente entre las mujeres y las niñas.
Según Twenge y el psicólogo social Jon Haidt, quien también ha colaborado en el análisis con una amplia base de datos global, uno de los factores determinantes en el aumento de los problemas de salud mental en las generaciones más jóvenes es el impacto negativo de las redes sociales. Haidt, que está trabajando en un libro sobre este tema, también señala la sobrecarga de actividades extracurriculares, la falta de tiempo libre para jugar y explorar y la creciente inseguridad en las calles como otros elementos que contribuyen al deterioro de la salud mental infantil y juvenil. Con menos espacio para la reflexión, la autonomía y el juego, los niños de hoy carecen de herramientas fundamentales para enfrentar el estrés y los desafíos.
El análisis de Twenge de la Generación Z y las generaciones previas destaca especialmente un fuerte retroceso en la salud mental de los boomers (nacidos entre 1946 y 1964) en comparación con la Generación Silenciosa (nacidos entre 1925 y 1945). Esta comparación pone de manifiesto un cambio significativo en la forma en que las diferentes generaciones han experimentado las crisis sociales y personales, y cómo estas afectaron su bienestar psicológico.
De la prosperidad a la crisis
Cuando los boomers eran jóvenes, se sentían notablemente menos felices que sus padres, a pesar de haber vivido en una época de crecimiento económico sin precedentes. A medida que fueron envejeciendo, los problemas de salud mental se dispararon, con un aumento significativo en las muertes por sobredosis, enfermedades hepáticas y suicidios. A pesar de los avances médicos que han reducido la mortalidad por enfermedades crónicas como el cáncer y las enfermedades cardíacas, los boomers se enfrentan a una crisis de salud mental cada vez más pronunciada.
Twenge sugiere que una de las razones de esta caída en el bienestar psicológico está relacionada con la estabilidad de la Generación Silenciosa, que no vivió los traumas de la Gran Depresión ni las guerras devastadoras como la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Corea. Además, esta generación vivió en una era de prosperidad económica que les permitió desarrollar relaciones familiares estables y duraderas, lo que podría haber influido en su menor índice de problemas de salud mental.
Por otro lado, los boomers crecieron en un contexto de mayor individualismo y consumismo, lo que pudo haber exacerbado sus expectativas poco realistas y su desilusión con la vida. Las comparaciones con la televisión, que comenzaba a moldear los ideales de éxito y felicidad, y las crisis económicas de los años setenta y ochenta, contribuyeron a un aumento de los divorcios y una mayor sensación de insatisfacción personal.
Generación X: una salud mental más compleja
La Generación X (nacidos entre 1965 y 1979) tiene una historia menos conocida en cuanto a salud mental. Aunque las estadísticas son solo ligeramente mejores que las de los boomers, esta generación experimentó un aumento alarmante en las tasas de suicidio entre los adolescentes, y muchos de ellos se sentían menos felices que los boomers. Sin embargo, a medida que crecieron, lograron una estabilidad mayor que la de sus predecesores, en gran parte gracias al crecimiento económico de los años 80 y 90, las mejoras en el tratamiento de enfermedades mentales y la desestigmatización de los trastornos psicológicos.
Los millennials y su ascenso hacia la crisis
Por su parte, la Generación Y o millennials (nacidos entre 1980 y 1994) iniciaron su vida adulta con una salud mental más positiva que la de la Generación X. De hecho, entre 1990 y 2007, las tasas de suicidio en adolescentes cayeron un 40%. Sin embargo, a partir de 2014, la situación cambió drásticamente. La tasa de mortalidad por sobredosis de opioides entre los millennials aumentó seis veces en comparación con la generación anterior, y los suicidios y las enfermedades hepáticas se dispararon.
Este cambio drástico se puede atribuir en parte a una serie de factores sociales y económicos: la crisis financiera de 2008, el aumento de la desigualdad, la polarización política y social, y la pandemia de COVID-19. Además, los millennials experimentaron una creciente sensación de soledad, exacerbada por su rechazo a las comunidades tradicionales basadas en la religión y la familia. La transición hacia una vida social digital, a través de las redes sociales y las aplicaciones de mensajería, también ha afectado gravemente su salud emocional. La falta de interacciones físicas cara a cara ha hecho que muchos se sientan más aislados y vulnerables a la ansiedad y la depresión.
La Generación Z: el nuevo rostro de la desesperación
Finalmente, la Generación Z (nacidos entre 1995 y 2012) se enfrenta a un panorama aún más sombrío. La influencia de las redes sociales y la constante exposición a ideales irreales de éxito y felicidad han creado una crisis existencial entre los más jóvenes. En Europa y América, los adolescentes y adultos jóvenes de esta generación luchan contra una creciente ola de ansiedad, depresión y suicidio, lo que genera inquietud sobre su futuro.
Aunque el estudio de Twenge se centra principalmente en Estados Unidos y las generaciones previas, sus conclusiones son universales. La salud mental de las generaciones más jóvenes está deteriorándose a un ritmo alarmante, y la epidemia de desesperación que afecta a millones de jóvenes de ambos lados del Atlántico es una cuestión urgente que requiere atención inmediata.
¿Cómo podemos ayudarles?
Es una pregunta que queda abierta, pero la reflexión sobre estas tendencias generacionales nos ofrece una visión crítica para entender y, con suerte, abordar los desafíos que enfrenta la salud mental en las nuevas generaciones.