El descontento popular en Cuba ha alcanzado un punto crítico. El país atraviesa una de sus crisis más profundas en décadas, y el liderazgo gubernamental, lejos de ofrecer soluciones concretas, se aferra a un discurso desconectado de la realidad, que ya no convence a nadie. La más reciente publicación en la página oficial de la Presidencia en Facebook ha sido el detonante de una avalancha de críticas sin precedentes. Bajo el título de «El desarrollo de un fuerte ecosistema de mipymes estatales de base tecnológica avanzada es la vía para lograr que Cuba se dote de una economía intensiva en conocimiento», la publicación intentaba presentar una nueva estrategia económica. Sin embargo, para la población, este anuncio es solo un nuevo eufemismo gubernamental, una distracción ante el colapso generalizado del país.

El pueblo cubano enfrenta apagones interminables, una escasez alimentaria crítica, el colapso del transporte público y la destrucción progresiva de los sistemas de salud y educación. En medio de este panorama desolador, los dirigentes del país insisten en hablar de «economía intensiva en conocimiento», ignorando lo más elemental: el país carece de las condiciones mínimas para garantizar el funcionamiento de cualquier modelo económico viable. No hay electricidad, no hay alimentos, no hay salarios que alcancen para cubrir las necesidades básicas, pero hay reuniones interminables, discursos altisonantes y frases diseñadas para la propaganda oficial, que ya no engañan a nadie.
La reacción popular a la publicación de la Presidencia fue inmediata y masiva. En los comentarios, miles de cubanos expresaron su indignación con un nivel de claridad y determinación pocas veces visto en un espacio público digital oficial. No hubo una sola voz de respaldo al gobierno. Cada comentario, sin excepción, fue una crítica mordaz, una denuncia del fracaso absoluto del modelo económico, una exigencia de que el presidente reconozca lo evidente y abandone el cargo.
Los cubanos han perdido el miedo a decir lo que piensan. Lo que antes se decía en voz baja ahora se grita en los espacios públicos digitales. «Usted da pena, renuncie», escribió Betty Gómez, cuestionando la falta de lógica del discurso presidencial. «No hay una base sólida de generación eléctrica y habla de tecnología», criticó Alex Velázquez, evidenciando la desconexión total del gobierno con la realidad. «Vergüenza…!!! El pueblo no puede más…!!!», exclamó Noel Rodríguez, resumiendo en pocas palabras el sentir de toda la nación.
La propuesta de crear mipymes estatales no ha sido vista como una solución, sino como un nuevo truco burocráticopara perpetuar el control del gobierno sobre la economía. «Eso es otro embuste para estar en el lleva y trae mientras el tiempo pasa y el pueblo sigue sufriendo», comentó Reinaldo Rodríguez García, quien, como muchos otros, percibe en esta iniciativa solo un cambio de nombre para seguir aplicando las mismas políticas fallidas. Adriana Del Pino fue aún más directa en su denuncia: «Necesitamos que con transparencia el gobierno nos diga en qué se gasta el dinero de los médicos y personal de salud internacionalistas. Que cada gobierno municipal exponga a sus electores el gasto del presupuesto. Pero lo más importante es que se le acabe de dar la opción al pueblo de elegir directamente a su presidente.»

La idea de que las mipymes estatales podrán salvar la economía es vista como un absurdo en un país donde no hay electricidad suficiente para garantizar que los hospitales funcionen correctamente. «Después que destrozaron la economía, la industria azucarera, la eléctrica… ¿qué mipymes podrán funcionar sin energía eléctrica? No sé en qué piensan, por eso estamos como estamos», escribió Gustavo Hernández, en un comentario que refleja el escepticismo generalizado sobre cualquier iniciativa gubernamental.
El rechazo a la gestión del presidente es absoluto. Ya no se trata solo de cuestionar una política específica, sino de un repudio total al modelo de gobierno. «Este señor le gusta escucharse con sus frases preelaboradas. Aconsejo usar IA a ver si sus palabras son más elocuentes y aterrizan en la realidad cubana. Cualquier bodeguero y ama de casa le puede dar lecciones de economía básica», escribió Karen Alfredo Cruz Álvarez, en un comentario que pone en evidencia la falta de credibilidad del discurso oficial.
El pueblo cubano no está pidiendo una intervención extranjera. No quiere que nadie de fuera venga a decirle cómo dirigir su país. Lo que exige es que se le dé la oportunidad a cubanos verdaderamente capacitados para tomar las riendas de la nación. Hay economistas, empresarios, profesionales en todos los sectores que han demostrado que el pueblo, cuando se le permite, puede gestionar mejor que el propio gobierno. «El gobierno en 60 años no ha hecho más tiendas que las que en solo meses han hecho los particulares. Eso demuestra que el pueblo tiene más capacidad que el propio gobierno», afirmó Omar Quintero en otro comentario lapidario.
El mensaje es claro. Los cubanos no quieren más excusas, no quieren más reuniones sin sentido, no quieren más planes sin futuro. Lo que quieren es un cambio real, un gobierno que se preocupe por lo esencial y que, sobre todo, escuche el clamor del pueblo.
Cuando un gobierno pierde la confianza absoluta de su pueblo, cuando ya no hay nadie dispuesto a defenderlo, cuando las únicas voces que se escuchan son las de indignación y desesperanza… entonces ha llegado el momento de hacerse una sola pregunta: ¿cuándo es hora de irse?