Las Tunas, Santiago, Guantánamo y cualquier casa con patio y caldero viejo — En un mundo donde los energizantes vienen en latas de aluminio brillante, y los remedios se compran en farmacias con aire acondicionado (bueno, al menos en teoría), el oriente cubano se planta firme con su respuesta definitiva: el Prú Oriental, esa bebida mística, medicinal y hasta sentimental que no solo calma el estómago, sino que podría, según sus más devotos consumidores, levantar el ánimo, bajar la presión, y de paso subir la libido. Todo al mismo tiempo.
Porque sí, estimado lector, estamos hablando de un líquido de color ámbar (más bien marrón sospechoso), que se fermenta durante días con un puñado de raíces, hojas, palos, ramas y especias que uno no sabe si está preparando una infusión o haciendo una limpieza espiritual.
La receta: una mezcla entre laboratorio y rito santero
Hacer prú no es para flojos. El proceso puede durar cinco días, o una semana si Mercurio está retrógrado. Se necesita jaboncillo (que, sorprendentemente, no sirve para lavar nada), bejuco ubí (nombre que parece inventado por un niño), jengibre, pimienta, canela, y una “raíz de China” que no tiene nada que ver con Asia pero suena exótica. Todo eso se hierve, se cuela, se deja enfriar, se le agrega «prú madre» (que no es una señora que lo prepara, sino un líquido misterioso que se guarda como si fuera oro) y azúcar morena.
Luego viene lo mejor: se deja fermentando a temperatura ambiente, al aire libre, con la supervisión de una tía que jura que “si se le pone una tapa muy apretada, se vira”. Y sí, hay que moverlo todos los días como si estuvieras invocando al espíritu del bejuco.
Propiedades curativas: el Prú lo cura TODO
¿Dolor de cabeza? Prú.
¿Presión alta? Prú.
¿Indigestión? Prú.
¿Te dejó tu pareja? Prú.
¿Te enamoraste de tu suegra? Bueno, ahí ni el prú puede, pero te ayuda a olvidarla.
Este líquido, descrito por algunos como «un matarratas con sabrosura», tiene la capacidad de convertir a los más escépticos en fervientes creyentes. “Yo antes era hipertenso, estreñido y triste. Ahora solo soy triste, pero por lo menos voy al baño”, dice un señor mientras sirve prú en un pomo de Clorox reciclado.
Un afrodisíaco natural (dicen)
Cuentan las malas lenguas —y las buenas también, porque en Cuba todos chismean por igual— que el prú tiene efectos en el rendimiento amatorio. “Mi esposo llevaba años sin hacer nada, tomó prú dos días seguidos y ahora se cree reguetonero”, afirma una señora mientras guiña un ojo y destapa otra botella.
Se sospecha que este efecto se debe al jengibre y al bejuco ubí, aunque puede ser simple sugestión o la magia inherente al hecho de estar en Oriente, donde hasta el café sabe diferente y la gente baila con problemas pero sin complejos.
El Prú como símbolo cultural (y como arma de defensa)
El prú se bebe en casas, fiestas, funerales, reuniones familiares, encuentros con ex que uno finge haber superado, y hasta en consultas espirituales. Además, si se enfría mucho, puede usarse como proyectil en caso de discusiones vecinales.
Y aunque algunos aseguran que «eso huele a pie de santo cansado», otros lo consideran un manjar digno de exportación. Solo que no hay prisa: primero que lo pruebe el nieto que vino de La Habana, y si sobre algo, entonces que lo manden.
¿Es legal? ¿Es seguro? ¿Importa?
No hay estudios científicos que avalen las propiedades del prú, ni falta que hace. ¿Quién necesita certificados cuando tienes a tu abuela diciendo que a tu primo lo salvó de un espasmo cerebral y de casarse con una pinareña? Además, si no te cura, al menos te entretiene: nada como pasar tres días pendiente de un caldero burbujeante como si fuera la olla del destino.
En resumen: el Prú Oriental no es solo una bebida. Es una experiencia mística, una receta de resistencia, un tónico antiestrés y, en los casos más extremos, una excusa para sentarse a conversar y reírse de todo. Así que si algún día ves a alguien removiendo un líquido oscuro con una cuchara de palo en un patio lleno de gallinas y niños descalzos, no te asustes: están haciendo historia, una botella de prú a la vez.