La propuesta de otorgar el Premio Nobel de la Paz al presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump, por su papel en el frágil alto el fuego entre Israel e Irán ha desatado una ola de reacciones encontradas, tanto en círculos políticos como entre la opinión pública. Mientras sus partidarios lo presentan como un “artífice de la estabilidad”, muchos analistas y usuarios en redes sociales califican la propuesta como una burla al espíritu del galardón.
La iniciativa fue presentada por el congresista republicano Buddy Carter, quien envió una carta al Comité Noruego del Nobel destacando la “decisiva influencia del presidente Trump para forjar un acuerdo rápido que muchos creían imposible”. Trump, fiel a su estilo, compartió la misiva con entusiasmo en su red Truth Social, celebrando el gesto como un reconocimiento a su liderazgo en Medio Oriente.
La solicitud ocurre apenas días después de que el propio Trump ordenara bombardeos contra instalaciones nucleares iraníes, acción que, paradójicamente, fue el detonante del actual cese de hostilidades. Esta contradicción ha servido como combustible para las críticas, algunos incluso rebautizando irónicamente el reconocimiento como “el Nobel de la Guerra”.
En las redes, el sarcasmo no se hizo esperar. “Si esto no es una sátira, que me den a mí el Nobel de Literatura por tuitear”, escribió un usuario. Otros comentarios señalaban que «otorgar a Trump el Nobel de la Paz es como premiar a un pirómano por apagar el fuego que él mismo inició», haciendo alusión directa a la escalada de tensión provocada por el ataque estadounidense.
Desde el ámbito diplomático, sin embargo, la propuesta ha encontrado respaldo en sectores aliados. El embajador israelí ante la ONU, Danny Danon, expresó públicamente su apoyo a la nominación, afirmando que Trump merece ser reconocido por las decisiones que llevaron al acuerdo de cese del fuego. “Debemos agradecer su liderazgo”, declaró.
Pero las críticas van más allá del sarcasmo. Diversos observadores internacionales y voces ligadas a organismos de derechos humanos han advertido que el prestigio del Nobel de la Paz podría quedar comprometido si se utiliza con fines propagandísticos o partidistas. “No se puede premiar la pacificación de un conflicto cuando una de las partes estuvo activamente involucrada en su agravamiento”, comentó un analista en medios europeos.
No es la primera vez que Trump es propuesto para el galardón. En 2018 y 2020, el parlamentario noruego Christian Tybring-Gjedde ya había enviado su candidatura por su rol en las conversaciones con Corea del Norte y los acuerdos de Abraham entre Israel y Emiratos Árabes Unidos. Ninguna de esas nominaciones prosperó.
Con un alto el fuego aún frágil, ataques previos que dejaron daños considerables en el programa nuclear iraní, y una retórica política cada vez más polarizante, la posibilidad de que Trump reciba el Nobel de la Paz sigue generando más ruido que consenso. Para muchos, la nominación parece una jugada más de marketing político que una evaluación genuina del impacto humanitario o diplomático del líder estadounidense.
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