Opinión | El ataque del oficialismo digital contra La Tijera News y el valor de la denuncia ciudadana

En los últimos días se ha intensificado una ofensiva desde páginas vinculadas al oficialismo en Cuba, como Verdades a través del móvil y Claridad Tunera, contra el medio independiente La Tijera News. Los ataques siguen un guion repetido: acusaciones de falsedad, descalificaciones personales y una narrativa que insiste en responsabilizar a la prensa alternativa de “manipular” la realidad. Lo curioso es que, en la mayoría de los casos, estos desmentidos no presentan pruebas sólidas ni contrastes verificables, sino que se limitan a calificar de mentira lo publicado, acompañándolo de un lenguaje cargado de consignas y emociones.

La dinámica resulta reveladora. Mientras La Tijera publica diariamente con base en denuncias ciudadanas, testimonios directos y reportes en tiempo real, las páginas oficialistas responden con generalidades y sin la transparencia mínima que exige el periodismo. En un caso reciente, por ejemplo, Verdades a través del móvil aseguró que una noticia difundida por La Tijera era “mentira”, pero al mismo tiempo reconoció que la madre de un general sí estaba hospitalizada y que el tomógrafo del hospital seguía roto, lo cual coincidía con la denuncia original. ¿Dónde está entonces la supuesta falsedad?

Este tipo de contradicciones pone en evidencia un fenómeno más profundo: el hermetismo informativo del Estado cubano. Medios como CubaHerald —un medio de centroizquierda, no comunista ni financiado por ninguna agencia extranjera, como algunos acusan— hemos intentado en reiteradas ocasiones contactar a las autoridades para contrastar información. La respuesta ha sido siempre el silencio, o la publicación de notas oficiales con varios días de retraso, cuando la noticia ya ha perdido vigencia. En ese vacío, las plataformas de periodismo ciudadano cumplen un papel esencial, aunque a veces imperfecto, porque dan voz a comunidades y personas que de otro modo quedarían invisibilizadas.

La estrategia del oficialismo digital es clara: no se trata de informar mejor, sino de neutralizar el impacto de los medios alternativos. Para ello apelan al descrédito, llamando “mentirosa” a La Tijera o utilizando diminutivos y sarcasmos como “tijerita sin filo”. Pero rara vez aportan documentos, cifras o declaraciones verificables que desmonten lo denunciado. Y cuando incluyen testimonios de supuestos médicos o testigos, estos se presentan en un marco controlado, sin que exista la posibilidad de contrastar independientemente sus versiones.

Defender el trabajo de La Tijera News no significa compartir todas sus posturas políticas. Desde CubaHerald lo decimos con claridad: no coincidimos con la visión de derecha que este medio representa, como tampoco avalamos las medidas migratorias de Donald Trump. Sin embargo, reconocemos en La Tijera un valor periodístico innegable: la capacidad de exponer la realidad inmediata de Cuba, basada en denuncias ciudadanas, de forma directa y concisa. Esa inmediatez y esa conexión con la gente de a pie son virtudes que el aparato oficial, con su retórica pesada y sus comunicados tardíos, no ha logrado ni podrá igualar.

El debate sobre la credibilidad no debería resolverse con insultos ni con propaganda. Si de verdad se busca defender la “verdad”, entonces el oficialismo tendría que abrirse a responder con datos, estadísticas, documentos y transparencia. Mientras eso no ocurra, las acusaciones de manipulación contra los medios alternativos carecerán de peso, porque la ciudadanía sabe reconocer qué medios se arriesgan a contar lo que pasa en su barrio y cuáles se limitan a repetir la versión institucional.

Si la prensa oficialista realmente desea que las noticias en Cuba se publiquen con objetividad, el primer paso debería ser empezar por ellos mismos: abrirse a contar lo que socialmente importa. En lugar de centrar su energía en atacar y desacreditar a los medios alternativos, deberían garantizar inmediatez en la cobertura, utilizar de manera honesta su amplio ejército de periodistas y ponerlos al servicio de la verdad, no de la intimidación ni del encubrimiento de realidades que todos conocen. El periodismo, para ser creíble, no puede dedicarse a tapar lo evidente, sino a explicarlo con transparencia, rigor y responsabilidad social.

Al final, esta oleada de ataques confirma algo que la sociedad cubana ya percibe: los medios independientes —con todos sus desafíos— se han convertido en la fuente principal de información inmediata y cercana, frente a un sistema oficial que responde tarde, mal y nunca. Y esa es la verdadera razón por la cual los intentan desacreditar.

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