No es momento de dignidades políticas, sino de humanidad: el pueblo cubano necesita ayuda, venga de donde venga

La devastación que ha dejado el Huracán Melissa en el oriente de Cuba ha puesto a prueba, una vez más, no solo la capacidad del país para responder ante una emergencia de gran escala, sino también la madurez de sus dirigentes para anteponer el bienestar del pueblo por encima de las diferencias ideológicas.

En las últimas horas, las reacciones oficiales al ofrecimiento de ayuda humanitaria por parte de Estados Unidos han sido dispares y, en algunos casos, contradictorias. Mientras el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, adoptó un tono constructivo y confirmó que La Habana mantiene contactos con el Departamento de Estado “para definir cómo y en qué manera están dispuestos a ayudar”, otras voces del oficialismo optaron por la confrontación.

El secretario de Organización del Comité Central del Partido Comunista, Roberto Morales Ojeda, calificó de “indignante” el ofrecimiento del Secretario de Estado norteamericano, Marco Rubio, quien había expresado la disposición de Washington para enviar asistencia inmediata al pueblo cubano afectado por el huracán. Morales Ojeda insistió en que, si existiera una verdadera voluntad de apoyo, el Gobierno estadounidense debería levantar el embargo y retirar a Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo.

Esa postura, sin embargo, ha sido vista por muchos ciudadanos y analistas como un error de enfoque en medio de una tragedia humana. No se trata ahora de política ni de discursos, sino de vidas, hambre y sufrimiento. Las imágenes que llegan desde Santiago de Cuba, Holguín, Granma y Las Tunas muestran a miles de familias que lo han perdido todo: viviendas destruidas, comunidades aisladas, niños sin agua ni alimentos, hospitales colapsados.

No es momento de “ponerse dignos” ni de discursos altisonantes. Cualquier ayuda —venga de Estados Unidos, de Europa o de América Latina— será bien recibida por el pueblo cubano, que necesita desesperadamente medicinas, alimentos, generadores eléctricos y materiales de construcción. Lo que urge es coordinar con eficacia, transparencia y humanidad, sin convertir la tragedia en un campo de batalla política.

Mientras algunos funcionarios insisten en condicionar la cooperación a debates ideológicos, miles de cubanos esperan una mano tendida, no un eslogan. Las declaraciones de Morales Ojeda contrastan con el tono más diplomático de Cossío, quien al menos reconoció la posibilidad de diálogo y coordinación con Washington, algo que, en las actuales circunstancias, representa una oportunidad real de alivio para la población.

El ofrecimiento del Departamento de Estado incluye ayuda inmediata a través de socios locales e internacionales, con el objetivo de que los recursos lleguen directamente a quienes más lo necesitan. En lugar de cerrarse al apoyo, Cuba podría aprovechar este gesto para priorizar lo esencial: salvar vidas, alimentar a los desplazados y reconstruir las comunidades destruidas.

Porque en momentos como este, la dignidad no está en rechazar la ayuda, sino en tener la humildad de aceptarla cuando se necesita.

(Con información del Departamento de Estado de EE. UU.)

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