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Las malas palabras: ¿son tan malas?

Hace muchos años leí una reflexión de H Zumbado, un acucioso escritor, a veces humorístico, que decía, y parafraseo: Las malas palabras suelen cargar con la culpa de los males del idioma, sin embargo necesitamos de ellas, ellas existen en todas las lenguas para cumplir una función, y son insustituibles. Y agregaba: Imagínese Ud. que va a tomar una pesada olla que está puesta al fuego y esta se le resbala de las manos y va a caer sobre el dedo gordo de su pie, ¿que Ud. diría en ese caso? – ¿extraordinarioo, magnificooo?. ¡Nooo¡, sin dudas Ud. gritaría otra(s) palabra(s) – Créame cuando le digo que hace bastante entendí a que se refería este sabio intelectual
El lenguaje soez o malas palabras es un conjunto de formas lingüísticas consideradas por toda la comunidad lingüística o parte de la misma como formas indecentes, inapropiadas, groseras u ofensivas. Pero, en muchas sociedades, a pesar de que las palabrotas se consideran inadecuadas, es frecuente que en ciertos contextos sean muy usadas y no sean siempre rechazadas, especialmente como interjecciones que expresan desprecio o enojo o dolor.
Por otra parte, el lenguaje soez cambia de significado de un país a otro, o incluso de una región a otra del mismo país haciendo difícil establecer reglas en cuanto a cual es, y cual no es una mala palabra. Algunos ejemplos para ilustrar:
• En la República Dominicana y en Cuba se considera una grosería usar la palabra cuero como un adjetivo o un sustantivo referido a una mujer, allí significa prostituta, mientras que en México es un halago.
• La palabra concha en Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Uruguay es considerada obscena, por referirse al órgano genital femenino, mientras que en otros países no lo es: por ejemplo, en Venezuela se utiliza para referirse a la corteza o cáscara de frutas y huevos, y en Cuba se asocia a los restos de moluscos marinos.
• En Costa Rica y Honduras la palabra «pisar» hace referencia a mantener relaciones sexuales, esto quizás, por asociación con la forma en que el gallo fecunda a la gallina, por tanto decir: “perdón, ¿te pisé?, es una grosería, otros hispanohablantes no ven en ella más que un simple pisotón
• Igualmente ocurre con la palabra pitillo, la cual se considera soez en México por referirse al pene, mientras que en Cuba, Colombia y Venezuela se refieren a la pajilla para sorber líquidos.
• La palabra coger en España se refiere al acto sexual, para los cubanos es tomar algo que te dan
• En Cuba la palabra Pinga es una grosería mayor. Cuando un cubano te mande pa’ la pinga debes entender que está muy enojado contigo.
Podemos entonces asumir que según el contexto las malas palabras pueden ser muy malas cuando se utilizan como insultos para menospreciar u ofender a una persona. empleándose palabras malsonantes en referencia a la raza, apariencia física, religión, orientación sexual, gentilicio, personalidad, etcétera.

En otras ocasiones estas palabras se usan de forma que una queja o expresión tenga un poder de emisión más fuerte. Por ejemplo, «El pie me duele mucho» es sustituido al usar la mala palabra, por un sonoro «Este pie me duele con C». Se entiende entonces que el dolor es más fuerte de lo normal y no se sorprenda cuando la frase sea asimilada sin rechazo por los que rodean a la adolorida persona.

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