La Problemática Realidad de Invertir en las Mipymes Cubanas

Recientemente, el Consejo de Ministros de Cuba aprobó seis decretos leyes destinados a «solucionar» las distorsiones en el sector privado, un esfuerzo que ha levantado diversas críticas y preocupaciones. En el corazón de estos cuestionamientos se encuentra la preocupante perspectiva de que las nuevas legislaciones podrían beneficiar desproporcionadamente a un grupo selecto, mientras que el pequeño y mediano empresario independiente enfrenta un panorama cada vez más hostil.

En teoría, las micro, pequeñas y medianas empresas (Mipymes) representan una oportunidad para revitalizar la economía cubana, promover la innovación y el empleo. Sin embargo, la realidad que se está configurando sugiere un escenario diferente. A pesar de las proclamadas intenciones de mejorar el entorno empresarial, las políticas implementadas parecen diseñadas para fortalecer aún más el control del gobierno sobre la economía y asegurar que los beneficios económicos se concentren en manos de aquellos cercanos al círculo de poder.

El Primer Ministro, Manuel Marrero Cruz, ha sido figura central en este proceso, que algunos críticos han comparado con medidas extremadamente restrictivas y desalentadoras para la iniciativa privada. La ironía de este proceso radica en que mientras se promulga la cruzada contra supuestas distorsiones económicas, se reporta que los negocios vinculados a familiares y allegados a la élite gubernamental continúan operando con impunidad y sin las restricciones impuestas al resto del sector privado.

Invertir en Cuba, bajo estas circunstancias, se percibe no solo como un riesgo financiero, sino también como un desafío ético y práctico. Los empresarios que deseen lanzar o mantener sus negocios se enfrentan a un laberinto de regulaciones que pueden cambiar arbitrariamente y que a menudo se interpretan de manera que favorecen a unos pocos escogidos. Esto plantea un serio dilema: ¿Cómo puede fomentarse un verdadero espíritu empresarial cuando las reglas del juego están tan desequilibradas?

 

La situación actual demanda una reflexión profunda sobre el futuro económico de Cuba y el papel del sector privado en él. Aunque la intención de regular y ordenar el mercado es comprensible, es fundamental que estas regulaciones se apliquen de manera justa y transparente. De lo contrario, el potencial de las Mipymes para contribuir significativamente al desarrollo económico de la isla se verá gravemente comprometido.

Es imprescindible que se establezcan medidas que verdaderamente apoyen la innovación y el crecimiento económico inclusivo, en lugar de perpetuar un sistema que favorece el estancamiento y la concentración de poder económico. El futuro de Cuba como nación depende en gran medida de su capacidad para implementar reformas que no solo sean equitativas sino que también estimulen la participación y el emprendimiento independiente. Hasta que eso suceda, invertir en Cuba seguirá siendo, lamentablemente, una propuesta arriesgada.

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