La situación en La Habana ha pasado de ser preocupante a insostenible. Las calles de la capital cubana están literalmente inundadas de basura, un reflejo evidente de la inoperancia del gobierno para gestionar incluso los problemas más básicos de la vida diaria. En un país donde todo es un problema, desde la obtención de alimentos hasta el transporte, ahora también nos enfrentamos al colapso de los servicios de saneamiento.
Las imágenes de montañas de basura amontonadas junto a contenedores desbordados y esparcidas por las aceras hablan por sí solas. Hemos intentado encontrar una buena noticia entre tanto caos, pero la realidad nos golpea con fuerza: no la hay. Cada esquina es testigo de la negligencia y el abandono, no solo por parte de las autoridades locales, sino de un gobierno central que parece más ocupado en justificar sus fracasos que en resolver los problemas urgentes de la población.
La recogida de residuos en La Habana se ha convertido en un símbolo del desastre en el que se encuentra sumido el país. La falta de camiones recolectores, personal y recursos, excusas que ya nadie cree, se suma a la despreocupación generalizada por parte de quienes deberían estar al frente de la solución. Mientras tanto, los habaneros ven cómo sus calles se convierten en vertederos a cielo abierto, afectando la salud pública, la calidad de vida y la imagen de la ciudad, que debería ser uno de los principales destinos turísticos del Caribe.
En este escenario, el gobierno parece estar mirando hacia otro lado. Los anuncios oficiales de mejoras en el servicio de saneamiento son meras promesas vacías, una constante en el discurso estatal. Mientras tanto, las calles siguen llenándose de basura y el aire de la ciudad se carga de un hedor que simboliza no solo la crisis ambiental, sino también la política.
La Habana está sumida en un estado de colapso, y la basura que se acumula es solo una prueba más del deterioro generalizado que vive el país. Buscar una buena noticia en medio de este panorama es una tarea imposible, porque simplemente no existe. Lo que sí abunda son los problemas, la falta de soluciones y, sobre todo, la indiferencia de un gobierno que ha dejado de preocuparse por los ciudadanos que cada día ven cómo su entorno se degrada sin que nadie haga algo al respecto.