Israel tiene el derecho legítimo de defender a su pueblo

El debate sobre el conflicto en Medio Oriente vuelve a ocupar titulares, pero hay un punto que no admite relativismos: Israel tiene el derecho legítimo de defender a su pueblo frente a los ataques terroristas y las amenazas existenciales que lo rodean. Este principio no es un favor ni una concesión, sino un pilar del derecho internacional y de la dignidad de cualquier nación.

Tras el brutal ataque del 7 de octubre de 2023 y las agresiones constantes de grupos armados como Hamas, Israel respondió amparado en el Artículo 51 de la Carta de Naciones Unidas, que reconoce la defensa propia como un derecho inalienable. Incluso en un contexto tan complejo como Gaza, donde los combatientes se ocultan entre civiles, Israel ha buscado —con todas sus limitaciones— minimizar daños colaterales.

La incomprensión de ciertos sectores

En Occidente y también en América Latina abundan voces que critican la reacción israelí, olvidando convenientemente que lo que está en juego es la supervivencia de una nación de apenas 75 años de existencia moderna. Como señaló recientemente el escritor israelí David Grossman, el conflicto ha sacudido incluso a quienes creían en la invulnerabilidad de Israel, pero al mismo tiempo ha despertado una necesidad de empatía y de autocrítica. No se trata solo de reaccionar, sino de recordar que la paz solo llegará si se preserva primero la vida.

La mirada de la fe y la historia

No es casual que desde la antigüedad haya existido una percepción espiritual alrededor de Israel. El libro del Génesis (12:3) recoge la promesa de bendición para quienes apoyen al pueblo judío y de consecuencias para quienes lo maldigan. A lo largo de la historia, líderes y naciones que buscaron destruir Israel terminaron enfrentando crisis y derrotas inesperadas. Para los creyentes, esto no es mera coincidencia, sino una confirmación de que la tierra y el pueblo de Israel tienen un lugar especial en la historia sagrada.

Sin embargo, más allá de la fe, el dato concreto es que cada ataque contra Israel refuerza su resiliencia, y cada intento de aniquilarlo lo convierte en una nación más determinada a sobrevivir.

Entre la seguridad y la esperanza

La guerra trae dolor para ambos lados. Cada familia que pierde un hijo, cada niño que crece bajo el ruido de las sirenas, es una tragedia. Pero el mundo debe entender que Israel no eligió la violencia, sino que se defiende de ella. La diferencia es sustancial: quienes atacan buscan destruir; quienes se defienden buscan sobrevivir.

Israel necesita más que solidaridad diplomática: necesita empatía real, reconocimiento de su derecho a existir y un respaldo firme frente a los intentos de deslegitimar su causa. La historia demuestra que ignorar su derecho a defenderse es no solo injusto, sino también peligroso para quienes, desde la comodidad, juzgan sin comprender el peso de vivir bajo amenaza.

Israel, como cualquier nación, aspira a la paz. Pero no habrá paz verdadera sin seguridad, y no habrá seguridad sin reconocer que defenderse es un derecho y, en su caso, una obligación moral.

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