Cuba se enfrenta a un doble filo económico al recibir un préstamo internacional de 63.5 millones de dólares destinado al desarrollo de la agricultura de café en el oriente del país. Mientras que el proyecto promete revitalizar un sector clave para la economía nacional, la deuda incurre en una responsabilidad financiera significativa para la población cubana.
Este financiamiento ha suscitado un debate entre los ciudadanos y economistas del país, quienes se preocupan por el impacto a largo plazo en las finanzas públicas. Aunque el proyecto tiene el potencial de mejorar las condiciones de vida de las familias rurales y contribuir al crecimiento económico, hay una inquietud palpable respecto a cómo la deuda será gestionada, especialmente en un momento en que la nación caribeña enfrenta escasez de divisas y una creciente deuda externa.
La paradoja de la situación es notable: mientras que los fondos están destinados a impulsar la producción de café —un producto históricamente emblemático de Cuba—, actualmente el país enfrenta una falta de este producto en el mercado interno, así como de dólares estadounidenses, la moneda en la que se denomina la deuda.
El préstamo, aunque vital para el desarrollo del sector agrícola, plantea interrogantes sobre la sostenibilidad fiscal y la carga que representará para las generaciones futuras. Los ciudadanos expresan su preocupación por cómo se traducirá esta inversión en beneficios tangibles para ellos y cuestionan si el proyecto agroforestal podrá aliviar la actual escasez o si contribuirá a una ‘super-deuda’ que pesará sobre la economía cubana durante años.