Víctor Manuel Rocha, exembajador de Estados Unidos en Bolivia, ha aceptado declararse culpable de actuar como agente secreto de Cuba, marcando un episodio sin precedentes en la historia reciente de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Según reporta Europa Press, Rocha, quien inicialmente había defendido su inocencia, ha admitido su culpabilidad en un tribunal, aceptando las acusaciones de haber operado como espía para el gobierno cubano durante las administraciones de Bill Clinton y George W. Bush.
Este jueves, en una comparecencia judicial, Rocha ha confirmado su cambio de postura frente a los cargos que se le imputan, tal y como señala ‘El Nuevo Herald’. «Señoría, estoy de acuerdo», fueron las palabras con las que el exdiplomático aceptó su responsabilidad en los delitos de conspiración para actuar como agente ilegal y actuar como tal de un gobierno extranjero. Este reconocimiento abre la puerta a una posible condena de hasta 15 años de prisión, aunque la sentencia definitiva, calificada por su abogada Jacqueline Arango como «justa y razonable», será anunciada el próximo 12 de abril.
Rocha, de 73 años, fue detenido el pasado 1 de diciembre, acusado formalmente poco después por un gran jurado. El fiscal general, Merrick Garland, reveló que el acusado había ocupado puestos clave dentro del Gobierno federal estadounidense entre 1981 y 2022, incluido el de director de Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional y subdirector principal en la embajada estadounidense en La Habana. Estas posiciones le otorgaron acceso a información confidencial y la capacidad de influir en la política exterior de Estados Unidos.
La acusación se sustenta en una serie de encuentros mantenidos por Rocha entre 2022 y 2023 con un agente encubierto del FBI, quien se hizo pasar por un representante de la inteligencia cubana. Durante estas reuniones, Rocha habría confirmado su labor en favor de Cuba, llegando a referirse a Estados Unidos como «el enemigo» y alabando la figura de Fidel Castro. Estas acciones no solo ponen de manifiesto la vulnerabilidad de los sistemas de seguridad interna estadounidenses sino que también plantean serias preguntas sobre la lealtad y las motivaciones detrás de quienes ocupan cargos de tal relevancia.
Este caso resalta las complejas dinámicas de espionaje y contraespionaje entre países, especialmente entre Estados Unidos y Cuba, dos naciones con un historial largo y complicado de relaciones diplomáticas. La declaración de culpabilidad de Rocha no solo cierra un capítulo en su vida personal y profesional sino que también envía un mensaje contundente sobre las consecuencias de tales actos de traición.
Este jueves, en una comparecencia judicial, Rocha ha confirmado su cambio de postura frente a los cargos que se le imputan, tal y como señala ‘El Nuevo Herald’. «Señoría, estoy de acuerdo», fueron las palabras con las que el exdiplomático aceptó su responsabilidad en los delitos de conspiración para actuar como agente ilegal y actuar como tal de un gobierno extranjero. Este reconocimiento abre la puerta a una posible condena de hasta 15 años de prisión, aunque la sentencia definitiva, calificada por su abogada Jacqueline Arango como «justa y razonable», será anunciada el próximo 12 de abril.
Rocha, de 73 años, fue detenido el pasado 1 de diciembre, acusado formalmente poco después por un gran jurado. El fiscal general, Merrick Garland, reveló que el acusado había ocupado puestos clave dentro del Gobierno federal estadounidense entre 1981 y 2022, incluido el de director de Asuntos Interamericanos en el Consejo de Seguridad Nacional y subdirector principal en la embajada estadounidense en La Habana. Estas posiciones le otorgaron acceso a información confidencial y la capacidad de influir en la política exterior de Estados Unidos.
La acusación se sustenta en una serie de encuentros mantenidos por Rocha entre 2022 y 2023 con un agente encubierto del FBI, quien se hizo pasar por un representante de la inteligencia cubana. Durante estas reuniones, Rocha habría confirmado su labor en favor de Cuba, llegando a referirse a Estados Unidos como «el enemigo» y alabando la figura de Fidel Castro. Estas acciones no solo ponen de manifiesto la vulnerabilidad de los sistemas de seguridad interna estadounidenses sino que también plantean serias preguntas sobre la lealtad y las motivaciones detrás de quienes ocupan cargos de tal relevancia.
Este caso resalta las complejas dinámicas de espionaje y contraespionaje entre países, especialmente entre Estados Unidos y Cuba, dos naciones con un historial largo y complicado de relaciones diplomáticas. La declaración de culpabilidad de Rocha no solo cierra un capítulo en su vida personal y profesional sino que también envía un mensaje contundente sobre las consecuencias de tales actos de traición.
— EUROPA PRESS
