La presencia militar estadounidense en el Caribe ha alcanzado niveles sin precedentes en los últimos años. Más de 10 000 soldados de Estados Unidos se encuentran desplegados en la región, principalmente en bases estratégicas de Puerto Rico, mientras unidades de la 82.ª División Aerotransportada han sido posicionadas cerca de Trinidad y Tobago, a escasa distancia de la costa venezolana.
De acuerdo con fuentes del Departamento de Defensa, el contingente incluye aviones de combate F-35, drones MQ-9 Reaper y buques de guerra equipados para operaciones anfibias, además de un submarino con capacidad de ataque rápido. El USS Fort Lauderdale, uno de los buques insignia del operativo, fue avistado recientemente frente a las costas de Puerto Rico, confirmando la magnitud del despliegue naval.
Aunque Washington sostiene que las maniobras forman parte de operaciones antinarcóticos, la escala y permanencia de las fuerzas han generado alarma entre diplomáticos y analistas, quienes advierten que podría tratarse del preludio de una intervención limitada o de un incremento de la presión militar sobre Venezuela.
Catar intenta abrir una vía diplomática
Paralelamente, Catar ha emprendido gestiones discretas para reducir la tensión entre Estados Unidos y el gobierno de Nicolás Maduro. Fuentes diplomáticas aseguran que Doha busca reactivar canales de comunicación que permitan una salida negociada, pero estos esfuerzos no han encontrado eco en la administración Trump, que privilegia una estrategia de disuasión basada en la fuerza.
Un diplomático consultado en Nueva York señaló que “Catar intenta posicionarse como mediador global y preservar su rol de interlocutor neutral”, aunque reconoció que “la Casa Blanca actual no muestra interés en un diálogo con Caracas”.
La estrategia de Washington y la sombra de la intervención
De acuerdo con expertos en seguridad consultados por CubaHerald, la administración Trump estaría aplicando una “doctrina de contención ampliada” en el Caribe. Bajo este enfoque, Venezuela se considera un punto de influencia rival, apoyado por actores como Rusia, Irán y China.
El despliegue incluiría más de 8 buques de superficie, unos 4 500 infantes de marina y personal especializado en inteligencia y logística. Según oficiales del Pentágono, los movimientos buscan “garantizar la seguridad marítima y frenar el flujo de drogas y armamento”, aunque en el Congreso estadounidense crecen las dudas sobre la base legal de las recientes operaciones, que han resultado en ataques a embarcaciones civiles.
Fuentes legislativas revelaron que varios congresistas demócratas han exigido explicaciones al presidente Trump por el uso de la fuerza sin una declaración formal de guerra ni respaldo del Congreso, y por la falta de transparencia sobre los criterios para designar a ciertos grupos como “organizaciones terroristas”.
Caracas denuncia provocación militar
El gobierno venezolano calificó la concentración militar como una “maniobra de provocación”, y solicitó la intervención del Consejo de Seguridad de la ONU. En declaraciones recientes, funcionarios de Caracas señalaron que una presencia militar tan numerosa y tan próxima a su territorio representa una amenaza directa.
En tanto, el presidente colombiano Gustavo Petro denunció que uno de los barcos atacados por la marina estadounidense transportaba ciudadanos colombianos, cuestionando la falta de verificación previa en esas operaciones.
Escenario incierto y expectativas
El reforzamiento militar estadounidense coincide con una etapa de máxima presión política hacia el gobierno de Maduro. Fuentes diplomáticas sostienen que en los próximos días podrían producirse movimientos más visibles en la zona, e incluso acciones concretas de demostración de fuerza sobre el espacio aéreo o marítimo venezolano.
Mientras tanto, Catar mantiene su papel mediador, intentando que las partes retomen contactos para evitar un conflicto abierto. Sin embargo, el clima de confrontación y las prioridades de la actual administración estadounidense apuntan a un desenlace más militar que diplomático.
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