“El Toque era malo, pero lo copiaron”: estalla la indignación en redes por la nueva tasa “flotante” de divisas

La Habana, Cuba — La publicación de la nueva tasa cambiaria “flotante” por parte del Banco Central de Cuba (BCC) desató este lunes una avalancha de críticas en redes sociales, con un elemento común en casi todos los comentarios: la referencia directa al sitio independiente El Toque, cuya tasa informal fue durante años desacreditada por el discurso oficial y que ahora muchos consideran implícitamente validada.

En el perfil de Cubadebate en Facebook, cientos de usuarios reaccionaron con rabia, sarcasmo y frustración, señalando que el nuevo tipo de cambio oficial replica casi punto por punto los valores que El Toque venía publicando como referencia del mercado informal. Para muchos, el anuncio no representa una reforma, sino una admisión tardía de que la realidad económica siempre estuvo fuera del control institucional.

“Criticaron a El Toque por especulador y ahora lo convierten en política oficial”, escribió un usuario. Otros fueron más directos: “Esto es El Toque 2.0, pero con sello estatal”, o “Al final El Toque no mentía; los que estaban desconectados eran ustedes”. La comparación se repitió decenas de veces, convirtiendo al sitio en el eje simbólico del descontento.

Las críticas no se limitaron al origen de la tasa, sino a su aplicabilidad real. Numerosos comentarios cuestionaron cómo puede hablarse de un mercado “flotante” cuando no existe venta efectiva de divisas a la población, y cuando el Estado solo aparece como comprador. En ese escenario, sostienen los usuarios, el mercado informal —el mismo que refleja El Toque— seguirá siendo el único funcional.

El humor, como en otros momentos de crisis, funcionó como válvula de escape. Apodos y juegos de palabras circularon rápidamente, ironizando con que ahora el Gobierno “quiere ser El Toque”, o que la tasa no flota, sino que se hunde junto con la economía y los salarios. Algunos comentarios pusieron cifras concretas al malestar: con el nuevo tipo de cambio, un salario estatal equivale a poco más de una decena de dólares al mes, una realidad que muchos calificaron de insostenible.

Más allá del tono irónico, el trasfondo es serio. La reacción digital refleja una pérdida profunda de credibilidad en las políticas económicas. Para una parte creciente de la población, el hecho de que ahora se adopte una lógica similar a la de El Toque demuestra que las soluciones llegan tarde y sin capacidad real de transformación, mientras los problemas estructurales —escasez, inflación y caída del poder adquisitivo— permanecen intactos.

El episodio deja una conclusión clara en la conversación pública: sin acceso real a divisas, sin mercado transparente y sin mejoras salariales, cualquier tasa oficial corre el riesgo de ser vista como un gesto cosmético. En ese contexto, El Toque vuelve a aparecer —esta vez desde la propia narrativa popular— no como un actor marginal, sino como el referente que el Estado terminó imitando.

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