En una revelación impactante, un estudio reciente del RAND Corporation, respaldado por el Pentágono, arroja luz sobre una práctica preocupante dentro de la comunidad de inteligencia de Estados Unidos: la manipulación de informes para satisfacer los intereses de políticos de alto nivel, incluidos los expresidentes Donald Trump y Barack Obama. Este estudio, meticulosamente documentado por Ken Klippenstein y Daniel Boguslaw para The Intercept, un medio con el cual colaboramos, detalla cómo la necesidad de evitar conflictos y complacer a los «maestros políticos» ha llevado a una distorsión sistemática de la inteligencia.
Contrario a la creencia popular de una «deep state» (estado profundo) que opera más allá del control de los líderes electos, el estudio ilustra un escenario completamente diferente: una comunidad de inteligencia que adapta sus informes y pronósticos para ganarse el favor de los presidentes y sus asesores en Washington, sin importar el partido político o el tema en cuestión.
El informe del RAND, titulado «¿Ha erosionado la confianza en la comunidad de inteligencia de EE.UU.? Examinando la relación entre los formuladores de políticas y los proveedores de inteligencia», destaca cómo la autocensura y el deseo de minimizar el disenso introducen sesgos en los análisis de inteligencia. La presión para llegar a conclusiones que respalden los intereses políticos, ejercida tanto por la administración de Trump como por la de Obama, ha socavado la integridad de estos análisis esenciales para la seguridad nacional.
Ejemplos citados en el estudio incluyen la interferencia rusa en las elecciones de 2016 y 2020, la prohibición de viajar a musulmanes, y la caracterización de «antifa», entre otros. Estos casos reflejan cómo los altos funcionarios de la Casa Blanca han buscado influir en los informes de inteligencia, a menudo con éxito. La cultura de miedo y la tendencia a evitar conflictos con los políticos han llevado a los analistas de la comunidad de inteligencia a autocensurarse y a modificar sus evaluaciones para evitar ser etiquetados como parte del «estado profundo».
Este sesgo no se limita a una administración específica; el estudio también revela ejemplos de sesgo durante la administración de Obama. Por ejemplo, se aconsejó a los analistas evitar términos específicos que podrían desencadenar críticas a la política de la administración, y se omitieron ciertos temas de las actualizaciones regulares o evaluaciones porque los resultados podrían desagradar a los superiores.
La relación entre la política y la inteligencia, según se describe en el estudio, a menudo se aleja tristemente del ideal de proporcionar análisis imparciales para informar la toma de decisiones. En su lugar, los políticos determinados a utilizar la inteligencia no para informar decisiones sino para vender sus políticas ya establecidas pueden contaminar el proceso, desde la manipulación abierta hasta los efectos sutiles en la mente de los oficiales de inteligencia que no desean alterar el statu quo.
Esta práctica no solo amenaza la integridad de la comunidad de inteligencia de EE.UU., sino que también compromete la seguridad nacional al distorsionar la información que guía las decisiones de política exterior y defensa. La voluntad de complacer a los maestros políticos a costa de la verdad y la precisión pone en peligro la base misma sobre la cual se construyen las políticas de seguridad y defensa del país.
Es imperativo que se restablezca una cultura de honestidad e integridad dentro de la comunidad de inteligencia. Los líderes políticos deben valorar y respetar la independencia de los análisis de inteligencia, permitiendo que estas evaluaciones informen sus decisiones en lugar de buscar manipularlas para sus fines políticos. La seguridad y el bienestar de Estados Unidos y sus ciudadanos dependen de la capacidad de la comunidad de inteligencia para proporcionar evaluaciones precisas y sin filtros de las amenazas y oportunidades globales.
Este estudio del RAND Corporation es un llamado de atención sobre la necesidad crítica de una reforma que asegure la independencia y la integridad de la inteligencia estadounidense. Es hora de que la comunidad de inteligencia y los políticos que dependen de sus evaluaciones tomen en serio este mensaje y actúen para proteger la imparcialidad y la precisión que son fundamentales para la seguridad nacional.