Meme de hombre sorprendido en programa de concurso

El Gran Concurso de la Supervivencia Cubana: ¿Qué es lo más difícil en la isla? Opciones dignas de «¿Quién Quiere Ser Millonario?»**

La vida cotidiana en Cuba bien podría inspirar uno de esos programas de concursos donde los participantes compiten por resolver «desafíos extremos». ¿Quién necesita superar obstáculos físicos cuando la vida misma te presenta el reto de comprar carne de cerdo, hacer que tu salario sobreviva al mes o, para los verdaderos temerarios, esperar que las termoeléctricas no se fundan en una nube de humo? Así es, queridos lectores, en Cuba, la simple supervivencia cotidiana es un juego de altos riesgos donde la suerte, la paciencia y el sentido del humor juegan un papel vital.

La siguiente “pregunta del millón” en nuestro juego imaginario parece de lo más inocente pero, en realidad, revela las verdades más absurdas y surrealistas de la vida en la isla. El concursante mira la pantalla con ojos de incredulidad, porque la pregunta es tan brutalmente honesta que uno no sabe si reír o llorar. «¿Qué es lo más difícil en Cuba?» Las opciones son dignas de una encuesta nacional, y cualquiera de ellas podría ser la respuesta correcta.

Opción A: Encontrar los logros

Comencemos con la opción «A»: Encontrar los logros. Sí, esos logros de los que se habla en discursos oficiales, en las páginas de la historia, en libros de texto y programas de televisión. Logros que, como las leyendas urbanas, parecen haberse desvanecido en la niebla del tiempo. Cuando alguien menciona los “logros”, el cubano promedio mira a su alrededor, frunce el ceño, y quizás murmura: “¿Dónde están?” Encontrar un logro en la Cuba actual es como buscar agua en el Sahara, o como descubrir el Santo Grial en una bodega.

Y es que los logros son tan efímeros y difíciles de atrapar que uno casi piensa que son cuentos de hadas. Claro, podemos recordar aquellos días de gloria en los que la educación y la salud eran orgullo nacional, pero esos días quedan lejos, como una postal amarillenta de una época que ya pasó. Así que, si encuentras un logro, considérate afortunado: podrías ser la única persona que ha tenido éxito en esta misión imposible.

Opción B: Comer carne de puerco

Pasamos a la opción «B»: Comer carne de puerco. Ah, el cerdo, esa deliciosa, jugosa y casi mítica criatura que ahora parece tan esquiva como el propio unicornio. En la Cuba de hoy, comprar carne de cerdo se ha convertido en un lujo, casi una prueba de estatus. Lo que antes era el plato insignia de cualquier celebración cubana, desde cumpleaños hasta la fiesta de fin de año, ahora es un trofeo que solo los más afortunados pueden exhibir en su mesa.

La odisea para conseguir un pedazo de lomo o una mísera costilla es digna de una epopeya griega. Primero, te armas de valor para enfrentar la cola del mercado, que ya de por sí es una aventura donde te cruzas con viejos amigos, enemigos, y conocidos de la infancia que, al igual que tú, están dispuestos a luchar por esa carne de puerco. Luego, viene la espera, esa prueba de paciencia que te hace sentir que estás en una especie de meditación forzada. Y finalmente, cuando llegas al mostrador, con suerte encuentras algo que apenas parece cerdo pero que tú, en tu mente, lo saboreas como si fuera el mejor jamón ibérico. Porque en tiempos de crisis, cualquier cosa que se asemeje al cerdo es manjar.

Opción C: Que no se rompan las termoeléctricas

Llegamos a la opción «C»: Que no se rompan las termoeléctricas. ¡Ja! Esta es la opción que arranca carcajadas o miradas resignadas en la isla. Es como si le preguntaras a un participante del concurso: “¿Te parece posible que los unicornios vuelen sobre el Malecón?” Y es que las termoeléctricas cubanas se han convertido en una especie de leyenda urbana, conocidas por su capacidad casi mágica de fallar en el momento menos oportuno.

Los cubanos ya han aprendido a adaptarse a una vida sin electricidad regular; lo que debería ser un derecho básico se ha convertido en una especie de lotería diaria. La rutina es así: te levantas por la mañana, te estiras, y te preguntas: “¿Tendré electricidad hoy?” Como si la energía fuera una visita sorpresa que puede o no aparecer. No es que los cubanos pidan mucho, solo que las termoeléctricas no se desmayen cada dos por tres. Pero parece que eso, en el contexto actual, es pedirle peras al olmo.

Opción D: Que alcance el salario

Finalmente, la joya de la corona: que alcance el salario. Esta es la opción que hace reír de pura amargura a cualquier cubano. Porque la economía de la isla, en el contexto actual, ha hecho que el salario promedio tenga la misma capacidad de rendimiento que una hoja de papel en un huracán. Si antes el dinero apenas llegaba a fin de mes, ahora parece que el salario alcanza, si acaso, para un par de días. Y ahí es donde empieza la verdadera «magia cubana»: el arte de hacer milagros con lo poco que se tiene.

¿Alcanzar el salario? ¡Qué ingenuo! Con los precios por las nubes y los productos básicos convertidos en artículos de lujo, el salario cubano se ha vuelto una especie de chiste que todos se cuentan entre lágrimas. Imagina que llegas al mercado y ves los precios, y te das cuenta de que tu sueldo no alcanza ni para comprar un par de cebollas. Entonces, respiras profundo, agarras el sueldo y tratas de estirarlo, como si fuera de goma. Así, la vida diaria se convierte en un ejercicio de creatividad extrema, donde cada cubano es un mago en la economía doméstica, haciendo malabares con lo imposible.

La Vida como Juego Extremo

Esta “encuesta” surrealista que capta la realidad cubana en opciones tan hilarantes como desgarradoras refleja, en esencia, la resistencia del pueblo cubano. Porque, aunque la vida en la isla se haya convertido en un constante desafío, el cubano sigue adelante, riéndose de sus propias desgracias. Esta habilidad para encontrar el humor en medio del caos es, sin duda, el verdadero “logro” de la sociedad cubana.

Mientras tanto, estas opciones del «concurso» probablemente evolucionarán. Quizás, en el futuro, aparezca una nueva pregunta con otras opciones surrealistas como “lograr comprar un huevo” o “ver una carretera sin baches”. Pero, mientras ese futuro incierto llega, los cubanos seguirán jugando su propio concurso diario, ganando pequeñas batallas y riéndose a carcajadas, porque si algo está claro es que, aunque la situación sea difícil, el sentido del humor es el último baluarte que nadie les podrá arrebatar.

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