Lo que fue símbolo de bienestar para los trabajadores del sector azucarero, hoy es un paisaje desolado que refleja la desidia y la pérdida del sentido colectivo de lo público
El verano se aproxima y, con él, la ilusión —cada vez más lejana— de disfrutar de unas vacaciones dignas y accesibles. Pero para muchos trabajadores cubanos, especialmente los del sector azucarero, ese derecho parece haberse extraviado en la burocracia, el desinterés y los efectos acumulados del tiempo y los ciclones. El caso del motel La Arboleda, en la Ciudad de los Portales, y de las antiguas villas recreativas en la playa de Punta Alegre, en Chambas, es solo la punta del iceberg de una problemática mayor: la destrucción progresiva de los espacios de esparcimiento obreros, otrora orgullo de la planificación socialista.
En agosto de 2014 ya se advertía el declive. Trabajadores de los centrales Ciro Redondo y Enrique Varona lamentaban la pérdida del plan vacacional. Las villas, que durante décadas ofrecieron alojamiento digno y recreación popular, comenzaban a ser víctimas del deterioro y la negligencia. “Nos quitaron lo único que teníamos para disfrutar con nuestros hijos”, decía entonces un mecánico. Las quejas incluían fallos estructurales, falta de mantenimiento y reparaciones parciales que jamás resolvieron los problemas de fondo. El huracán Irma, en 2017, terminó por devastar lo que quedaba en pie. Y el resto lo hicieron el abandono institucional y la necesidad humana: ocupaciones ilegales por parte de personas sin vivienda dieron paso a lo que hoy se conoce en la zona como La Favela.
Mientras tanto, La Arboleda, aquella instalación del antiguo MINAZ que alguna vez ofreció confort, ofertas variadas y espacios de calidad, se deshace literalmente ante la mirada atónita de quienes aún recuerdan su época de esplendor. La piscina, antes epicentro del disfrute familiar, permanece seca; el restaurante, habitaciones, salones y hasta el bar El Criollo están en ruinas. La gestión, que comenzó con buen pie en 2016, se torció con el paso del tiempo, especialmente después del traspaso administrativo. El resultado es hoy un motel abandonado, sin función ni propósito.
No se trata solo de nostalgia. El deterioro de estas instalaciones refleja un patrón de descuido y falta de voluntad institucional para preservar los logros sociales construidos con el esfuerzo colectivo. ¿Dónde quedaron las Noches Azucareras, el motel rodante de Ferroazuc en Ciro Redondo o los planes vacacionales como estímulo laboral? Aquellas iniciativas, que convertían la eficiencia en recompensa tangible, se esfumaron bajo el peso de las crisis y los recortes.
Y aunque se podrían plantear soluciones —como que las Empresas Agroindustriales Azucareras Ciro Redondo, Primero de Enero, Ecuador y Enrique Varona se unan en una rehabilitación cooperada con el respaldo logístico del Grupo Azcuba—, la realidad es que, sin compromiso político y sostenibilidad económica, cualquier acción sería transitoria o simbólica.
Los trabajadores, incluidos Héroes del Trabajo, siguen recibiendo medallas y reconocimientos, pero no vacaciones. Se les pide que trabajen más, que resistan, que rindan. Pero sin descanso, sin descanso real, no hay motivación sostenible.
Quizás el abandono no solo pidió prórroga. Quizás se instaló definitivamente, disfrazado de conformismo. Ojalá alguien, alguna vez, decida que es hora de desalojarlo.
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Nota: Artículo escrito por José Luis Martínez Alejo para el periódico Invasor /adaptado por CubaHerald.