En la isla de Cuba, la digitalización prometida como un avance en la gestión del transporte público ha fallado en mejorar la vida de sus ciudadanos, complicando aún más el ya precario acceso a boletos entre provincias. Maité, madre trabajadora de Santa Clara, ha experimentado en primera persona los desafíos que conlleva la adopción de la aplicación Viajando, la cual, lejos de ser una solución, se ha convertido en un problema adicional debido a la inestable conexión a internet en su región.
Este problema no es exclusivo de las áreas menos urbanizadas. En Holguín, Carlos enfrenta dificultades similares. Desde la reanudación de los servicios de transporte después de la pandemia, conseguir un boleto se ha convertido en una misión casi imposible. Las agencias locales rara vez tienen disponibilidad, lo que ha propiciado un mercado negro de reventa en redes sociales, donde los precios son exorbitantemente altos.
Jesús, otro usuario afectado, critica la última actualización de la aplicación Viajando, señalando problemas significativos de lentitud y un sistema de seguridad poco eficiente que demanda ingresar la contraseña varias veces, lo que disminuye considerablemente la usabilidad del servicio. Estas medidas, aunque diseñadas para proteger la identidad de los usuarios, han añadido una capa de complejidad que hace el proceso frustrante y disuasivo.
El transporte en Cuba refleja una realidad donde las intervenciones tecnológicas, en lugar de facilitar el acceso y mejorar la eficiencia, han profundizado las brechas y evidenciado la incapacidad de la infraestructura existente para sostener cambios tecnológicos significativos. Esta situación subraya la urgencia de revisar y rediseñar políticas que realmente atiendan las necesidades de los cubanos, en lugar de introducir supuestas soluciones que terminan siendo más un obstáculo que una ayuda en su vida diaria.