La reciente polémica en torno al espectáculo de inauguración de los Juegos Olímpicos en París, con la participación de personas transexuales en una performance inspirada en «La Última Cena», ha desatado una ola de críticas por parte de grupos conservadores, entre ellos, Guerreros de PatriaOMuerte, un grupo comunista cubano conocido por su intolerancia. Adrio Occhiodoro, en su comentario virulento, ha calificado el espectáculo como una «burla ofensiva» que atenta contra los principios morales y religiosos. Es imperativo responder a estos comentarios con firmeza y claridad, defendiendo la diversidad, la libertad de expresión y el respeto hacia todas las identidades.

En primer lugar, el arte y la cultura han evolucionado históricamente como reflejos de la sociedad, adaptándose y respondiendo a los cambios sociales, políticos y culturales. La inclusión de personas transexuales en la inauguración de los Juegos Olímpicos no es una provocación gratuita, sino una declaración audaz de inclusión y reconocimiento de la diversidad humana. Vivimos en un mundo donde la aceptación y el respeto hacia todas las identidades son fundamentales para el progreso y la convivencia pacífica.
Occhiodoro y Guerreros de PatriaOMuerte, en su estrechez de miras, argumentan que esta representación es una ofensa directa a las creencias religiosas. Sin embargo, el arte ha sido y debe seguir siendo un espacio para la libertad de expresión y la reflexión crítica. La performance en cuestión no busca denigrar la fe de nadie, sino más bien cuestionar y expandir nuestra comprensión de la humanidad y sus múltiples facetas. En lugar de ver la actuación como un ataque, podría interpretarse como una oportunidad para el diálogo y la introspección sobre la aceptación y la igualdad.
Es particularmente irónico y desvergonzado que un grupo como Guerreros de PatriaOMuerte, con un historial de intolerancia y persecución, se atreva a levantar su voz en contra de la representación y aceptación de la diversidad. Durante las décadas de 1960 y 1970, el gobierno cubano, con el apoyo de fanáticos como ellos, estableció las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), campos de concentración donde se enviaba a los homosexuales y otros considerados «indeseables». Estos campos eran lugares de represión y abuso, una mancha oscura en la historia de los derechos humanos en Cuba. Aquellos que defienden y apoyan tales atrocidades no tienen ninguna autoridad moral para criticar un acto de inclusión y diversidad.
La verdadera provocación no reside en una performance artística que celebra la inclusión, sino en la persistencia de actitudes y políticas que buscan silenciar y marginar a aquellos que son diferentes. En lugar de condenar el espectáculo de París, deberíamos estar celebrando el progreso hacia una sociedad más inclusiva y justa, donde todos tienen la libertad de expresarse y ser quienes son sin temor a la persecución o el ostracismo.
Será interesante observar la reacción del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) y de su directora, Mariela Castro, respecto a estos ataques. Dado que CENESEX «supuestamente» ha trabajado arduamente para promover los derechos LGBTQ+ en Cuba, su postura frente a las declaraciones de Guerreros de PatriaOMuerte podría revelar mucho sobre el estado actual de la lucha por la igualdad y el respeto en la isla.
El espectáculo de inauguración de los Juegos Olímpicos en París es un recordatorio poderoso de la importancia de la diversidad y la inclusión. En lugar de ver esto como una provocación, deberíamos verlo como una oportunidad para reflexionar sobre nuestros propios prejuicios y trabajar hacia un mundo donde todos sean respetados y valorados por quienes son. Las críticas basadas en una visión estrecha y excluyente de la moralidad, especialmente provenientes de grupos con un pasado tan oscuro como Guerreros de PatriaOMuerte, no tienen cabida en una sociedad que aspira a la justicia y la igualdad para todos.