El medallero olímpico de Cuba en los Juegos de París 2024 es un triste reflejo del declive que ha sufrido el país en diversas áreas, desde el deporte hasta la economía y la vida social. Con solo 8 medallas obtenidas hasta la fecha, Cuba parece estar cada vez más lejos de aquellos tiempos dorados en los que era una potencia olímpica, especialmente en deportes como el boxeo, el atletismo y la lucha.
El Desgaste del Sistema Deportivo Cubano
En un tiempo, los atletas cubanos eran temidos y respetados en las arenas olímpicas. Los triunfos en deportes de combate y en el atletismo ponían a Cuba en los primeros planos, no solo de América Latina, sino del mundo. Sin embargo, en París 2024, el país ha obtenido solo 2 medallas de oro, 1 de plata y 5 de bronce, una cosecha que palidece frente a los logros del pasado.
El deterioro en los resultados no es casualidad. Es el reflejo de un sistema que ha sido incapaz de adaptarse a las nuevas realidades. Mientras en otros países se invierte en tecnología, en formación y en bienestar de los deportistas, en Cuba, los recursos son cada vez más escasos. La escasez no solo se refleja en el equipamiento o en las instalaciones, sino en la propia motivación de los atletas, quienes a menudo ven en los juegos internacionales una oportunidad para escapar de la miseria que se vive en la isla.
Una Economía en Ruinas y la Insistencia en un Modelo Fallido
La baja en el rendimiento deportivo es solo uno de los muchos síntomas de un país que sigue aferrado a un sistema económico que ha demostrado su incapacidad para generar prosperidad. Mientras la élite política cubana se aferra al poder, la economía de la isla continúa deteriorándose, y con ella, la calidad de vida de la población.
Cuba sigue siendo un país que opera bajo una economía de guerra, donde la escasez y las carencias son el pan de cada día. Las promesas de un futuro mejor bajo el socialismo se han convertido en palabras vacías para muchos cubanos de a pie. «Ya no aguantamos más», es la frase que se escucha en las calles de La Habana, Santiago, y otras ciudades del país. «No queremos que nos sigan salvando, queremos vivir, queremos prosperar, queremos un futuro para nuestros hijos».
La Izquierda y su Discurso Salvacionista
Una de las grandes falacias del régimen cubano es su insistencia en que la revolución y el socialismo son la única vía para salvar al pueblo de las garras del capitalismo. Este discurso ha sido repetido hasta el cansancio por la izquierda cubana, que se presenta como la única barrera entre el pueblo y una supuesta destrucción total. Pero la realidad es otra.
La realidad es que muchos países han logrado construir sociedades socialistas prósperas, pero lo han hecho sin necesidad de sacrificar las libertades individuales ni de mantener a sus ciudadanos en un estado de pobreza perpetua. Canadá y varios países europeos son ejemplos de ello. Estos países han logrado construir sistemas de bienestar social sólidos sin recurrir a la represión ni a la imposición de un único pensamiento.
Cuba, en cambio, se aferra a una retórica salvacionista que ya no convence a nadie. «Nos dicen que nos están salvando, pero ¿de qué?», se pregunta un ciudadano en una cola para el pan en La Habana. «¿De poder comer tres veces al día? ¿De poder elegir qué estudiar, dónde trabajar, a dónde viajar? No queremos que nos sigan salvando, queremos poder decidir por nosotros mismos».
Los Logros Sociales Bajo la Lupa
El régimen cubano ha sostenido durante décadas que la educación y la salud son los grandes logros de la revolución. Sin embargo, estos logros están cada vez más en entredicho. El sistema de salud, que en algún momento fue ejemplo para muchos países, se ha deteriorado a tal punto que ni siquiera hay medicamentos básicos en las farmacias. Los hospitales están en condiciones deplorables, y los médicos, agotados por la falta de recursos y los bajos salarios, no tienen la misma motivación para trabajar.
En cuanto a la educación, la situación no es mejor. Las escuelas están llenas de «profesores emergentes», jóvenes sin la formación adecuada que ven la enseñanza como un último recurso. «Escuchamos reguetón en las aulas y los estudiantes pasan de grado sin aprobar. ¿De qué educación de calidad estamos hablando?», se queja una madre en una reunión de padres en una escuela secundaria de Santiago de Cuba.
Cuba necesita un cambio profundo, no solo en su sistema económico, sino también en su forma de entender el mundo y de relacionarse con sus ciudadanos. El medallero olímpico de París 2024 es solo una muestra más del fracaso de un sistema que ya no puede sostenerse. Los cubanos están cansados de promesas vacías y de un discurso que ya no tiene sentido. Quieren una Cuba libre, próspera, y sobre todo, una Cuba donde puedan vivir con dignidad.
La pregunta que queda en el aire es: ¿hasta cuándo la élite política cubana seguirá aferrándose al poder, mientras el país se hunde cada día más? ¿Cuándo entenderán que no es necesario sacrificar la prosperidad y la libertad en nombre de una ideología? La respuesta, lamentablemente, aún parece lejana. Mientras tanto, Cuba sigue perdiendo, no solo en los Juegos Olímpicos, sino en todos los ámbitos de la vida.