Personas caminaron por calle con basura y sin luz.

Cuba sobrecumple gloriosamente su plan de apagones programados y promete más

En un acto de heroísmo administrativo que haría palidecer a cualquier ministerio de electricidad del mundo civilizado, Cuba ha logrado sobrecumplir su ambicioso plan nacional de apagones programados, y lo ha hecho con tanta pasión, entrega y caos, que ahora el sol es prácticamente la única fuente energética autorizada por el sistema (y está siendo evaluado para posibles regulaciones).

Según el Ministerio de Cese Energético y Sombra Participativa, dirigido con tino y linterna de mano por el camarada Lindoro Incapaz, la isla ha alcanzado cifras récord en horas sin electricidad. “El plan era apagón controlado, pero nos entusiasmamos. Ya los apagones se están autorreproduciendo con independencia revolucionaria”, anunció Incapaz desde un atril hecho con cajas vacías de pollo por normado.

“Estamos apagando hasta los rumores”, dijo con tono triunfal, mientras el generador del salón se apagaba por falta de combustible y una brigada de pioneros lo abanicaba manualmente con palmiche seco.

En muchos municipios, los cortes se han convertido en parte del mobiliario urbano. “Aquí se va la luz tan seguido que cuando regresa, los niños le preguntan: ¿quién es esa señora brillante?”, comentó un vecino de Arroyo Naranjo que pidió anonimato por si acaso lo acusan de “luceador».

Los reportes indican que ya se vive bajo el nuevo sistema A.F.E. (Apagón Fijo Estable), el cual garantiza que cada ciudadano reciba su dosis equitativa de oscuridad, sin privilegios ni favoritismos: el apagón, como el picadillo de soya, llega parejo para todos… cuando llega.

Por si fuera poco, la escasez acompaña al apagón como el arroz acompaña (cuando hay) al huevo. En los agromercados solo hay sol, aire y un señor vendiendo ajo en holograma. La bodega abre a las 9, no tiene nada a las 9:01, y cierra a las 9:02. Pero no se preocupen: el pueblo sigue diciendo que “somos continuidad”, aunque nadie sabe de qué ni hacia dónde.

Barri Gonzales, viceministro de Frases Motivacionales en Contextos Hostiles, declaró esta mañana ante la prensa extranjera (conectada desde un parque con WiFi robado de la embajada) que:

“La oscuridad es símbolo de introspección revolucionaria. Apagarle la luz al pueblo es permitirle mirar hacia adentro… literalmente, porque no se ve un carajo afuera.”

Los apagones, dijo Barri, no son fallas del sistema, sino herramientas educativas: sin luz no hay Netflix, ni reguetón, ni quejas por Telegram. “Es el sueño húmedo de cualquier burócrata: un pueblo sudado, en silencio y a oscuras.”

En las zonas rurales ya se están instalando «Puntos de Meditación Forzada», consistentes en banquitos de cemento ubicados bajo postes sin cables, donde los ciudadanos pueden reflexionar sobre lo innecesaria que es la electricidad cuando se tiene conciencia revolucionaria.

Por supuesto, la televisión nacional se adapta con agilidad. Ante la imposibilidad de emitir programación por falta de corriente, ahora transmite el sonido de una vela encendiéndose, y una voz en off que repite: “Esto es resistencia, no retroceso”. Para que no queden dudas.

Las nuevas medidas también incluyen la distribución de abanicos con la cara de Maceo, para que los cubanos se refresquen patrióticamente, y velas con aroma a bloqueo, para que la culpa siempre huela a Miami.

Y aunque parezca imposible, ya se trabaja en una segunda fase del plan de eficiencia extrema: cortar el agua en sincronía con la electricidad, creando así el innovador estado de “sequía iluminada por el alma”.

Preguntado sobre cuándo volverá la normalidad, Lindoro Incapaz fue claro:

“¿Normalidad? ¿Cuál? ¿La de 1989, la de 2008 o la de nunca? Aquí todo es planificación revolucionaria: lo que no hay, no hace falta, y lo que falta, es culpa de otros.”

Mientras tanto, el cubano de a pie, de a oscuras y de a ratos, sigue adaptándose. Porque si algo ha demostrado este pueblo, es que puede vivir sin carne, sin transporte, sin noticias y ahora también sin electricidad.
Solo no puede vivir sin sarcasmo. Y por suerte, ese sí es renovable.

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