La Habana, 2 de mayo de 2025 — Pocas naciones en el hemisferio occidental despiertan tanta curiosidad como Cuba. Esta isla del Caribe, con su mezcla de historia colonial, modernidad contenida y orgullo cultural, ha sido durante décadas objeto de fascinación internacional. Desde su intrincado sistema monetario hasta sus tradiciones festivas más pintorescas, Cuba se erige como un país de contrastes profundos, donde la resiliencia social convive con las cicatrices de un modelo económico en transformación.
Un sistema monetario que retrata la historia nacional
La evolución monetaria cubana es un espejo de sus turbulencias políticas y económicas. En sus inicios, durante la dominación española, la isla utilizó el real y posteriormente el peso cubano, moneda que fue atada al dólar estadounidense en el siglo XIX, cuando el comercio con su vecino del norte comenzaba a cobrar fuerza.
Sin embargo, tras el triunfo de la Revolución en 1959, Cuba se desmarcó de Washington y orientó su economía hacia el bloque soviético, alineando su moneda con el rublo y dando inicio a una nueva etapa de dependencia económica. La caída de la URSS en los 90, conocida localmente como el “Período Especial”, dejó al país en una situación de emergencia estructural. En un intento por sobrevivir a la asfixia financiera, el gobierno legalizó el dólar estadounidense en 1993. Poco después, introdujo el Peso Convertible (CUC), moneda paralela que circularía durante más de dos décadas junto al Peso Cubano (CUP), hasta su eliminación en 2021 como parte de una reforma que pretendía unificar la economía.
En teoría, dicha unificación monetaria buscaba simplificar la vida económica. En la práctica, la disparidad entre el tipo de cambio oficial (24 CUP por USD) y el valor del dólar en el mercado informal, que en momentos ha superado los 120 CUP, evidencia una brecha cada vez más insalvable entre las cifras del Estado y la economía real. La introducción en 2019 de la Moneda Libremente Convertible (MLC), accesible solo a través de tarjetas bancarias alimentadas con divisas extranjeras, no ha hecho sino profundizar las desigualdades: quienes tienen acceso a remesas o ingresos en dólares pueden adquirir productos de calidad; quienes no, quedan relegados a una oferta precaria en pesos.
Este modelo ha acentuado una «pirámide invertida» en la estructura social cubana, donde un guía turístico puede ganar más que un neurocirujano. Aunque se han intentado reformas estructurales, la falta de liquidez externa y las restricciones internas mantienen a la economía cubana atrapada en una compleja encrucijada.
El alma cultural de la isla: entre lo autóctono y lo reinventado
Más allá de sus avatares monetarios, Cuba es también un bastión cultural con identidad poderosa. Desde las calles de La Habana hasta los campos de Pinar del Río, la vida cotidiana está atravesada por símbolos únicos. Uno de los más extraordinarios es el zunzuncito, también conocido como colibrí abeja. Endémico de la isla, este diminuto pájaro —el más pequeño del mundo— representa no solo la riqueza natural cubana, sino también el carácter discreto y vibrante del país.
Otro emblema, esta vez urbano, son los famosos «almendrones», esos coches americanos de los años 50 que aún circulan por las avenidas habaneras, restaurados con creatividad y piezas de origen incierto. Más que reliquias, son vestigios vivos de una economía que aprendió a sobrevivir al aislamiento mediante el ingenio.
Incluso en el terreno de los refrescos, Cuba muestra su singularidad. Aunque Coca-Cola no está formalmente prohibida, su disponibilidad es casi inexistente. En su lugar, los cubanos han desarrollado una identidad propia en forma de TuKola, refresco nacional que reemplaza al gigante estadounidense en las mesas de muchas familias.
Logros sociales bajo presión económica
El contraste entre escasez material y logros sociales es otro rasgo distintivo del modelo cubano. Con una tasa de alfabetización cercana al 100% y un sistema de salud con indicadores comparables a países desarrollados, Cuba ha demostrado que es posible avanzar en derechos sociales aun en condiciones de adversidad. La proporción de médicos por habitante es de las más altas del mundo, y sus misiones médicas internacionales han dado prestigio global al país, a la vez que generaron ingresos vitales para el Estado.
Sin embargo, estos avances coexisten con tensiones. Profesionales altamente capacitados reciben salarios estatales que apenas alcanzan para cubrir sus necesidades básicas, lo cual alimenta un éxodo silencioso hacia sectores en divisa, como el turismo, o incluso hacia el exterior.
Tradiciones que revelan un espíritu colectivo
A pesar de las dificultades, la sociedad cubana conserva un espíritu festivo y profundamente simbólico. Las celebraciones de Año Nuevo, por ejemplo, incluyen rituales como lanzar cubos de agua a la calle o caminar con una maleta vacía alrededor de la manzana, gestos sencillos que revelan esperanzas de renovación y deseo de viajar, muy presentes en el imaginario nacional.
La identidad cultural se expresa también en el arte del tabaco, con marcas como Cohiba o Montecristo que se mantienen como estandartes de calidad mundial. El habano, más que un producto, es un ritual que enraíza en la historia y la tradición campesina de la isla. Paradójicamente, incluso figuras históricamente hostiles al régimen cubano, como John F. Kennedy, mostraron aprecio por estos cigarros, importando cientos de ellos justo antes de firmar el embargo en 1962.
Una nación más vasta de lo que se ve
Pocos visitantes imaginan que Cuba no es una sola isla, sino un archipiélago compuesto por más de 4,000 islas y cayos. Algunos, como Cayo Coco o Cayo Largo, se han convertido en destinos turísticos de renombre, mientras que otros —como Jardines de la Reina— siguen siendo reservas ecológicas casi intactas, comparadas por su biodiversidad con las islas Galápagos.
Este dato, muchas veces pasado por alto, revela una Cuba más extensa, más rica en matices y biodiversidad de lo que suele representarse en los imaginarios turísticos o políticos.
Una mirada al porvenir
Cuba es, en última instancia, una nación definida por la paradoja. Es a la vez conservadora y creativa, empobrecida y educada, aislada pero globalmente influyente a través de su cultura y su diplomacia médica. Su economía es frágil, pero su identidad es firme. En el año 2025, la isla sigue caminando sobre el filo de la incertidumbre: atrapada entre reformas inacabadas, desafíos estructurales y una población que, pese a todo, mantiene viva la esperanza de un futuro mejor.
Lo que el mundo observa, entonces, no es simplemente una serie de curiosidades exóticas, sino el retrato complejo de una nación que sobrevive a sus propias contradicciones. Con su historia monetaria como telón de fondo, Cuba continúa reinventándose, como si cada día fuera un nuevo acto en una obra que todavía no ha escrito su desenlace.