En medio de una profunda crisis económica y crecientes restricciones financieras internacionales, Cuba ha oficializado un acuerdo con Rusia que habilita el uso del rublo como moneda operativa en sus transacciones bilaterales. El convenio, firmado por el Banco Central de Cuba y el Novikombank —filial del conglomerado estatal ruso Rostec—, busca establecer una alternativa al dólar estadounidense y a los mecanismos tradicionales del sistema financiero global, como el SWIFT.
El anuncio tuvo lugar en el marco de la XXII Comisión Intergubernamental Ruso-Cubana, y representa un paso más en la consolidación de la cooperación económica entre ambos países. A partir de este acuerdo, las instituciones financieras cubanas podrán abrir cuentas en rublos y realizar operaciones comerciales con mayor fluidez, sin depender de plataformas internacionales a las que Rusia ya no tiene acceso por sanciones, y que Cuba enfrenta con severas limitaciones desde hace décadas.
La relación financiera entre Moscú y La Habana no es nueva, pero sí se ha intensificado en el último año, con un aumento del 42 % en el comercio bilateral. Desde diciembre de 2024, los ciudadanos cubanos ya podían enviar transferencias digitales en rublos mediante una aplicación del Novikombank. La nueva fase amplía estas operaciones al nivel institucional, facilitando intercambios en sectores estratégicos como energía, transporte y turismo.
Medida pragmática, pero no exenta de riesgos
La decisión de adoptar el rublo responde a necesidades urgentes del país: escasez de divisas, dificultades en las importaciones, y una creciente dependencia de canales alternativos para sostener actividades económicas básicas. En este contexto, el acuerdo con Rusia surge como una vía para sortear las restricciones externas y, a corto plazo, podría permitir el financiamiento de proyectos que actualmente enfrentan serios obstáculos operativos y logísticos.
Sin embargo, esta estrategia también plantea interrogantes. La economía cubana, ya limitada en sus vínculos con el sistema financiero internacional, podría profundizar su dependencia de un socio que también enfrenta sanciones, aislamiento económico y volatilidad monetaria. El rublo, aunque útil como moneda de intercambio bilateral, tiene una aceptación muy limitada fuera de las fronteras rusas, lo que reduce su utilidad como herramienta de comercio o reserva a nivel global.
Asimismo, persiste la preocupación sobre el grado de autonomía financiera que Cuba podrá mantener bajo este nuevo esquema. Apostar por una moneda extranjera como vía de escape del dólar podría significar una diversificación momentánea, pero no resuelve los problemas estructurales que afectan la productividad interna, la eficiencia del sistema bancario nacional y la sostenibilidad de las inversiones.
Escenario incierto y margen de maniobra reducido
Con una matriz económica fuertemente impactada por la caída del turismo, el deterioro del sistema energético y la inflación, el giro hacia el rublo refleja tanto un intento de adaptación como una muestra de las limitadas opciones disponibles. La promesa de nuevos proyectos financiados por capital ruso ha generado expectativas, pero aún queda por ver si estas se traducen en mejoras concretas para la población y la economía en general.
En el actual escenario global, donde se redefine el equilibrio entre bloques económicos, el acercamiento financiero entre Cuba y Rusia puede interpretarse como parte de una estrategia mayor para reposicionar alianzas. No obstante, la efectividad de esta medida dependerá de su implementación, del comportamiento futuro del rublo y de la capacidad de ambos países para sostener una cooperación que no esté condicionada por desequilibrios estructurales ni por intereses unilaterales.
En definitiva, el uso del rublo representa una alternativa, pero no una solución definitiva. Si bien podría ofrecer cierto alivio temporal, solo una reforma económica integral, acompañada de mayor transparencia y diversificación de socios, permitirá a Cuba superar su prolongado estancamiento financiero.