Cuba se adentra en un año de incertidumbre, con desafíos económicos que se agudizan y un horizonte político que se tensa ante la posibilidad de nuevas medidas restrictivas desde Estados Unidos. A poco más de dos meses de iniciada la segunda administración de Donald Trump, la isla podría ver restringidos los vuelos directos desde territorio estadounidense, una decisión que impactaría tanto su economía como los lazos familiares de miles de cubanoamericanos.
Según fuentes extraoficiales en Washington, Trump estaría evaluando un paquete de medidas que se firmaría en las próximas semanas, incluyendo la prohibición total de viajes comerciales directos a Cuba. Esta restricción, que abarcaría incluso a La Habana –hasta ahora el último bastión de conectividad aérea con EE.UU.–, se sumaría a la reciente decisión del 20 de enero de reinscribir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo. Aunque la Casa Blanca no ha confirmado los detalles, el objetivo aparente sería limitar el flujo de divisas hacia la isla, afectando sectores clave como el turismo y las remesas. Voceros cubanos han calificado este tipo de acciones en el pasado como un obstáculo directo para el bienestar de la población, aunque aún no hay un pronunciamiento oficial sobre estas especulaciones.
En el ámbito doméstico, los retos no dan tregua. La crisis energética, agravada por el colapso parcial de la red eléctrica en octubre de 2024, mantiene a gran parte del país bajo apagones intermitentes que paralizan comercios, hospitales y hogares. La escasez de combustible, sumada a la falta de piezas para reparar las obsoletas termoeléctricas, ha puesto en jaque la capacidad del sistema para satisfacer la demanda. En paralelo, la inflación y la limitada disponibilidad de alimentos y medicinas han elevado el costo de vida, mientras el turismo –históricamente un salvavidas económico– languidece. Aerolíneas como Condor, de Alemania, han anunciado la suspensión de sus rutas a Cuba a partir de mayo, y países como Canadá han actualizado sus alertas de viaje, desaconsejando visitas no esenciales debido a las condiciones actuales.
A pesar de este panorama, han surgido iniciativas que buscan abrir caminos alternativos. La plataforma D Frente, conformada por voces críticas dentro y fuera de la isla, lanzó recientemente un llamado al diálogo nacional, instando tanto a las autoridades como a la ciudadanía a superar la confrontación y buscar soluciones consensuadas. “La inflexibilidad nos condena a todos”, expresó el grupo en un comunicado difundido en redes sociales, destacando la necesidad de un esfuerzo colectivo para enfrentar la crisis.
En el terreno internacional, Cuba vive un vaivén de expectativas. La administración Biden, en sus últimos días, retiró a la isla de la lista de patrocinadores del terrorismo el 14 de enero, un gesto que prometía facilitar el acceso a financiamiento externo. Sin embargo, la llegada de Trump revirtió ese avance en menos de una semana, cerrando una ventana de oportunidad que muchos veían como un respiro. La liberación de figuras opositoras como José Daniel Ferrer, concretada a mediados de enero tras negociaciones discretas, había generado esperanzas de distensión, pero el endurecimiento de la postura estadounidense parece haber enfriado esas perspectivas.
Con marzo avanzando, los cubanos miran al futuro con una mezcla de agotamiento y resistencia. En las calles de La Habana, Santiago y otras ciudades, la vida sigue entre colas, apagones y conversaciones sobre cómo sortear lo que viene. Mientras las autoridades evalúan sus próximos pasos y la comunidad internacional observa con atención, la isla se prepara para un 2025 que, por ahora, no ofrece señales claras de alivio.