Mientras otros barrios del mundo exhiben sus encantos con bulevares arbolados o amplias avenidas, el Cerro, siempre original, ha decidido ir un paso más allá y reinventar su concepto urbano. ¿Qué mejor forma de lidiar con los baches crónicos y la falta de mantenimiento que convertirlos en productivas parcelas agrícolas? Así es, si hay un hueco en la calle, ¡ponle una mata de plátano!
En un alarde de ingenio cubano, los vecinos de la calle Santa Teresa han transformado un bache en lo que podría considerarse un microhuerto urbano. En lugar de maldecir el abandono de la vía, los habitantes de este rincón del Cerro han optado por sembrar plátanos y calabazas en lo que alguna vez fue asfalto. A la sombra de las plantas, los muñecos de trapo supervisan la nueva agricultura de subsistencia con un aire de estoicismo digno de cualquier ingeniero agrónomo.
Como se puede observar en las imágenes, el crecimiento de estos cultivos está, literalmente, arraigado en el abandono de la infraestructura urbana. Si el Estado no puede arreglar las calles, el pueblo hace lo que mejor sabe: improvisar. Después de todo, si las lluvias han decidido que las calles sean piscinas, ¿por qué no añadirle un toque verde a la decoración?
El improvisado jardín, que incluye todo, desde plataneras hasta calabazas, no es solo un signo de resiliencia, sino también una muestra de que en el Cerro el ingenio y la necesidad van de la mano. Quién sabe, quizás dentro de poco veamos concursos de «huertos callejeros» para premiar al mejor uso de los baches en La Habana.
Así que si un día camina por el Cerro, no se asombre si lo que antes fue un camino empedrado ahora parece más un rincón agrícola. Las calles de La Habana se han convertido en un campo de cultivo, y es posible que muy pronto veamos crecer frijoles en la Calzada del Cerro. Quizá la próxima cosecha será tan buena que los vecinos hasta organicen una feria para mostrar sus productos. ¡Adiós al tráfico, bienvenida la agricultura urbana!
¿Y quién sabe? Tal vez el próximo paso en la evolución del Cerro sea ver desaparecer avenidas para dar paso a plantaciones de yuca o arroz. Al ritmo que vamos, no nos sorprendería ver que el icónico Parque Central se transforme en un campo de boniatos. Mientras tanto, los habitantes del Cerro continuarán sembrando esperanza y plátanos, allí donde el asfalto ya no llega.