La crisis energética en Cuba ha entrado en una nueva fase de agudización, con apagones que superan las 18 horas en varias provincias y una población cada vez más desesperanzada ante la falta de soluciones estructurales. Aunque el Gobierno ha ofrecido una nueva explicación sobre la situación, lo cierto es que el déficit de combustible —un secreto a voces— continúa siendo el principal obstáculo que no logran resolver.
Durante una reciente intervención, el Ministro de Energía y Minas reconoció que el 66% de los apagones actuales se deben directamente a la falta de combustible, lo que ha limitado de forma drástica el uso de la capacidad instalada en el país. A pesar de contar con 1.000 MW en generación distribuida, apenas se utilizan 300 MW debido a la imposibilidad de abastecer esas plantas.
Las provincias más golpeadas por los cortes eléctricos son Pinar del Río, Matanzas y Cienfuegos, donde los apagones pueden alcanzar entre 18 y 19 horas diarias, afectando gravemente la vida cotidiana, los servicios básicos y la actividad económica.
El funcionario también explicó que la producción nacional de petróleo se ha estabilizado, pero la importación de combustibles ha caído, en gran medida por las sanciones impuestas a Venezuela, principal proveedor de crudo a la Isla, así como por las restricciones financieras que enfrenta el país debido al endurecimiento de sanciones económicas y problemas con el sistema de pagos internacionales.
Otra variable crítica ha sido la escasez de gas licuado, producto del desfinanciamiento sostenido y la imposibilidad de ejecutar pagos internacionales. Durante los últimos 117 días, este problema ha limitado severamente el acceso de las familias a fuentes alternativas de cocción, lo que a su vez incrementa la demanda eléctrica en el horario pico y agrava el colapso del sistema.
En cuanto a las perspectivas, el Ministerio informó que se trabaja en dos escenarios: con combustible y sin combustible, un reconocimiento implícito de la incertidumbre que enfrenta el sistema energético cubano. También se anunció la incorporación de 100 MW adicionales a través de Energas, así como un modesto impulso a parques solares, aunque se admite que su impacto todavía no es significativo.
En cinco meses, Cuba ha enfrentado escasez de diésel durante 2.5 meses y de fuel oil por 1.4 meses, lo que explica la intermitencia e imprevisibilidad del servicio eléctrico. Según el ministro, un segundo barco con gas licuado ya ha sido contratado, y la producción nacional de crudo se está destinando prioritariamente a instalaciones esenciales como hospitales y panaderías.
Pese a los esfuerzos declarados, la realidad es que el Gobierno no ha logrado articular una estrategia efectiva para garantizar el suministro estable de combustible, y la población lo percibe cada vez con mayor claridad. El problema energético de Cuba ya no es técnico ni meteorológico: es esencialmente estructural y político.
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