Por el reportero que sobrevivió a un trago y aún no ha recuperado el equilibrio
En Cuba, patria de mojitos, daiquirís y sones que embriagan el alma, existe una joya líquida que ni Ernest Hemingway se habría atrevido a probar sin firmar antes un testamento: la legendaria, la explosiva, la inolvidable… ¡Chispa de Tren!
No estamos hablando de una bebida cualquiera. No, señores. Esta es la Fórmula 1 de los brebajes caseros, el combustible de la desesperación, la alquimia del ingenio popular. Destilada en calderas que harían llorar de envidia a cualquier brujo medieval, la chispa se obtiene a partir del alcohol de reverbero, esa sustancia noble que originalmente fue diseñada para… limpiar motores de tren. Y aquí, como todo lo que sirve para limpiar, también sirve para emborrachar.
¿Cómo se fabrica?
El procedimiento es simple: tome un litro de desesperación, mezcle con dos tazas de “no hay más ná”, agregue ceniza caliente (porque colador no hay), filtre con fe y, si queda algo que no disuelva el vaso, sírvalo en la tapa de una pomada china. ¡Y listo! Ya tiene su dosis de “saltapatrás”, “diente de tigre”, “mataperro” o “el hombre y la tierra” —todos nombres reales que describen, más que el sabor, los efectos secundarios.
Efectos inmediatos
- A los tres segundos: ardor intenso en la garganta. Sospecha de combustión interna.
- A los cinco minutos: pérdida de visión periférica. Se le olvida cómo caminar recto.
- A los diez: cuestiona si sigue vivo o ya está viendo al abuelo que murió en 1987.
- Al día siguiente: usted aparece en Cotorro y jura que se fue a dormir en Marianao.
La chispa de tren no embriaga, posee. Te convierte en una criatura mística que puede discutir de física cuántica, pelear con un árbol o declararle amor eterno a una farola, todo en la misma noche.
Un legado de resistencia (o de insensatez)
Nacida durante el Período Especial —ese momento histórico donde comer un bistec era tan probable como ver un unicornio trotando por el Malecón—, la chispa se convirtió en símbolo de resistencia líquida. Cuando no había cerveza, ni ron, ni Coca-Cola con «puntica de algo», ahí estaba ella: la chispa, salvadora de fiestas y destructor de neuronas.
El cubano, que no se rinde ante nada, decidió que si no había manera de celebrar, al menos había manera de volverse invisible por unas horas. Porque si algo hay que reconocer, es que la chispa no te emborracha, te teletransporta. Solo que nunca sabes si vas a despertar en casa o en un organopónico.
Advertencia seria (bueno, más o menos)
Por supuesto, no todo es risa. La chispa es tan peligrosa como el Wi-Fi sin datos. Médicos la han catalogado como una de las causas principales de «síndrome del borracho paralítico» y «resaca de tres días con visión doble de por vida». En otras palabras: no lo intente en casa… ni en ninguna parte.
En resumen…
La chispa de tren es, como todo en Cuba, un acto de supervivencia, una muestra de creatividad forzada y, para muchos, una excusa líquida para olvidar por unas horas la rutina. Si va a probarla (lo cual NO recomendamos), asegúrese de tener:
- Un testamento,
- Un amigo sobrio (difícil si todos beben lo mismo),
- Y un GPS, porque ni usted sabrá dónde termina.
Mientras tanto, seguimos esperando que algún sommelier se atreva a catalogarla. Spoiler: la etiqueta diría algo así como “Hecha con amor, desesperación y un poquito de gasolina”.
¡Salud, y que el tren no descarrile! 🚂🍻