En los últimos años, Cuba ha experimentado un incremento alarmante en el consumo de drogas, especialmente de una sustancia conocida popularmente como «el químico». Este estupefaciente, que combina cannabis con otros componentes químicos de origen incierto, se ha convertido en la droga de elección para muchos jóvenes cubanos, quienes comienzan a consumirla a edades cada vez más tempranas, exacerbando un problema social que amenaza con salirse de control.
Según reportes recientes, «el químico» se vende a precios extremadamente bajos, incluso menores que los del azúcar, lo que facilita su rápida proliferación en las comunidades más vulnerables del país. Esta droga, que se fuma como si fuera marihuana, ha ganado popularidad debido a su bajo costo y la facilidad con la que se puede adquirir en el mercado informal. A pesar de las redadas y los esfuerzos del gobierno cubano para controlar su distribución, el acceso a «el químico» sigue siendo relativamente sencillo, especialmente en áreas urbanas de La Habana, donde el consumo de drogas ha alcanzado niveles sin precedentes.
El doctor Alejandro García Galceran, director del Centro de Salud Mental de Centro Habana, ha expresado su preocupación por el creciente número de adolescentes y jóvenes que están cayendo en la adicción a esta sustancia. Según García, el consumo de drogas entre los jóvenes ha dejado de ser un fenómeno aislado para convertirse en un problema estructural, exacerbado por factores como la desesperanza, la falta de oportunidades y la crisis económica que afecta al país.
Uno de los aspectos más preocupantes es la edad de inicio en el consumo de drogas, que ahora se sitúa entre los 13 y 14 años, según las autoridades sanitarias. La tendencia al policonsumo, es decir, la mezcla de diferentes sustancias, también se ha incrementado, complicando aún más el panorama para los profesionales de la salud, que a menudo se encuentran sin los recursos necesarios para tratar los casos más severos de intoxicación.
A pesar de que el gobierno cubano ha intentado abordar el problema a través de campañas de concienciación y programas educativos, la realidad es que estos esfuerzos no han sido suficientes para contener la expansión de «el químico». La falta de personal capacitado en salud mental, junto con la ausencia de programas de prevención efectivos en las escuelas, ha contribuido a la perpetuación de este problema.
La situación es tan crítica que en algunas comunidades, especialmente en barrios de La Habana, se han reportado casos de violencia extrema y comportamientos erráticos asociados al consumo de «el químico». El año pasado, un trágico incidente en el municipio de Luyanó, donde una niña fue asesinada por su padrastro bajo los efectos de esta droga, puso de manifiesto la gravedad del problema y la necesidad urgente de una respuesta más contundente por parte de las autoridades.
Sin embargo, muchos expertos y ciudadanos critican la respuesta del gobierno, calificándola de insuficiente e ineficaz. La percepción de que el gobierno podría estar utilizando esta crisis para desviar la atención de otros problemas sociales y económicos no es infundada. Algunos analistas sugieren que la falta de medidas efectivas refleja una dejadez institucional que permite que la situación se agrave, afectando a la juventud cubana de manera irreversible.
En este contexto, es urgente que se fortalezcan los programas de prevención y tratamiento, y que se aumente la vigilancia y control del tráfico de drogas en el país. De lo contrario, la expansión del consumo de «el químico» continuará devastando a las nuevas generaciones, dejando un legado de adicción y desesperanza que será difícil de erradicar.