En el contexto de las próximas elecciones presidenciales en Venezuela, la imparcialidad del Consejo Nacional Electoral (CNE) ha sido fuertemente cuestionada. Elvis Amoroso, presidente del CNE, ha tomado un rol controversial al defender abiertamente al régimen de Nicolás Maduro y atacar a la oposición, describiendo sus acciones como «antivenezolanas», una postura que parece desvirtuar la neutralidad esperada de este ente arbitral.
Amoroso ha acusado a varios ex-presidentes latinoamericanos, quienes fueron impedidos de llegar a Venezuela para observar las elecciones, de estar involucrados en narcotráfico, alegaciones que han sido rechazadas por los acusados y vistas como un acto de irresponsabilidad política. Además, figuras opositoras como la senadora colombiana Angélica Lozano y la ex alcaldesa de Bogotá, Claudia López, fueron expulsadas del país al llegar, lo que ha intensificado las críticas internacionales hacia el proceso electoral.
Este ambiente de tensión se agrava con la restricción impuesta sobre las encuestas a pie de urna, que ahora están prohibidas bajo amenaza de sanciones penales, una medida que muchos consideran un intento de ocultar la verdadera voluntad del electorado.
El diseño de la boleta electoral también ha levantado sospechas de manipulación. Nicolás Maduro aparece en la boleta hasta trece veces, en contraste con su principal contendiente, Edmundo González, quien ocupa una posición menos prominente a pesar de liderar en las encuestas según diversos sondeos. El diseño favorece visualmente a Maduro, lo que ha generado preocupaciones sobre la equidad del voto.
«La disposición de la boleta claramente da una ventaja indebida a Maduro, que se sitúa en la parte superior, lo primero que ven los votantes», explicó Staffan Darnolf de la Fundación Internacional para Sistemas Electorales, destacando que esto podría influir significativamente en los resultados.
A pesar de las promesas de Maduro de respetar los resultados electorales y mantener la paz, la credibilidad del proceso ha sido cuestionada tanto a nivel nacional como internacional. Con casi 5 millones de venezolanos en el exterior y solo 69,000 habilitados para votar, la diáspora venezolana se ve especialmente marginada en estas elecciones críticas.
En este clima de desconfianza y acusaciones, la comunidad internacional observa con cautela, esperando que las elecciones transcurran de manera justa y transparente, algo que actualmente parece más una esperanza que una expectativa real.