Incidente en partido de béisbol con jugadores y árbitros.

Violencia en semifinal de béisbol en Granma pone en entredicho la disciplina en el deporte cubano

Lo que debía ser una celebración del deporte provincial terminó en escándalo. Una bronca protagonizada por un metodólogo y un árbitro durante la semifinal de la Serie Provincial de Granma, entre los equipos de Niquero y Campechuela, ha revivido los peores recuerdos de la violencia en el béisbol cubano. El incidente, presenciado por jugadores, técnicos y fanáticos, quedó registrado en video y se propagó rápidamente por redes sociales, generando una ola de indignación y exigencias de sanciones ejemplares.

Según los reportes, el metodólogo del equipo de Campechuela agredió al árbitro principal, quien respondió con otro golpe directo al rostro, desatando la conmoción en el estadio. Aunque algunos argumentan que el árbitro actuó en defensa propia, el debate gira en torno a un punto común: la violencia no puede tener espacio en el terreno de juego.

Este lamentable episodio no es aislado. La historia reciente del béisbol cubano ha estado marcada por actos de indisciplina que han quedado grabados en la memoria colectiva. En 2010, un jugador de Industriales persiguió a un pitcher por todo el estadio “José Antonio Huelga” de Sancti Spíritus. En 2016, un altercado entre Villa Clara y Matanzas terminó con el lanzador Freddy Asiel Álvarez agredido con un bate por Demis Valdés. Y en 2020, una pelea a puños entre Granma y Santiago de Cuba volvió a estremecer la Serie Nacional.

Estos antecedentes no solo ensombrecen el espectáculo, sino que ponen de relieve una pérdida progresiva de control y disciplina en el béisbol nacional. La presión competitiva, las decisiones polémicas y las emociones desbordadas han derivado, en demasiadas ocasiones, en escenas que contradicen los principios esenciales del deporte.

El béisbol, símbolo indiscutible de la cultura cubana, merece respeto dentro y fuera del terreno. Las autoridades deportivas tienen ahora la responsabilidad de actuar con firmeza: investigar con transparencia, sancionar con justicia y reforzar los valores éticos de todos los actores del juego, desde los atletas hasta el personal técnico y auxiliar.

Cada episodio de violencia afecta no solo a quienes lo protagonizan, sino a toda una generación que observa desde las gradas —muchas veces niños y jóvenes— y que construyen su percepción del deporte a partir del ejemplo. Por ello, la pasión no puede ser excusa para la agresión, y la rivalidad debe encontrar siempre sus límites dentro de las reglas del juego.

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