En tiempos de crisis, el carácter humano se revela con mayor claridad. La profunda crisis energética que azota a Cuba, sin precedentes en las últimas décadas, ha dejado a gran parte de la población en situación de vulnerabilidad extrema. Con apagones que se han extendido durante días —cuatro jornadas consecutivas en muchas zonas— la desesperación ha comenzado a mostrar tanto las miserias como la grandeza humana. La falta de electricidad ha provocado un colapso en el abastecimiento de alimentos y productos básicos, y algunos han aprovechado esta coyuntura para especular con los precios, mientras que otros han despertado la solidaridad.
En un país donde el gobierno ha demostrado ser prácticamente incapaz de gestionar las crisis de manera efectiva, la solidaridad del pueblo cubano se ha convertido en la única respuesta posible para muchos. El Estado, inmerso en su propia parálisis estructural, no ha logrado proporcionar soluciones adecuadas para mitigar los efectos de la crisis energética. Los cortes eléctricos y la escasez de recursos no son fenómenos nuevos, pero la situación actual ha dejado más que nunca al descubierto la ineficacia de las autoridades para enfrentar las necesidades básicas de la población. Ante la ausencia de una respuesta gubernamental adecuada, la responsabilidad ha recaído en los ciudadanos, y algunos han demostrado que en las peores circunstancias, la humanidad puede imponerse.
Las escenas de la crisis han sido desgarradoras para muchos cubanos. Las pocas reservas de alimentos que quedaban en el mercado han sido rápidamente acaparadas, y los precios de productos esenciales han alcanzado niveles desorbitantes. Algunos comerciantes han incrementado el valor de los alimentos hasta un 600 %, especulando y lucrando a costa de la necesidad ajena. Lo que era difícil de conseguir, ahora se ha vuelto casi imposible para aquellos que no pueden pagar esos exorbitantes costos. Este tipo de acciones reflejan la cara más oscura de la naturaleza humana: el aprovechamiento del dolor de los demás para beneficio propio. En medio de la angustia, el egoísmo y la falta de empatía han salido a flote, recordándonos que en momentos de crisis, las miserias humanas también quedan expuestas al desnudo.
Sin embargo, no todo está perdido. A la par de estos actos de especulación y mezquindad, ha emergido otra cara de la moneda: la solidaridad. En este escenario de incertidumbre, algunos han demostrado que el valor humano puede también expresarse en gestos de amor y apoyo. Aunque son la minoría, algunas micro, pequeñas y medianas empresas (MIPYMES) se han puesto al servicio de la comunidad, organizando iniciativas para proporcionar alimentos gratuitos a quienes más lo necesitan. Estos ejemplos de responsabilidad social y empatía son un faro de esperanza en medio de la tormenta, sugiriendo que en las crisis también es posible que aflore lo mejor de las personas.
Un ejemplo destacado de esta solidaridad es el caso de un joven en la localidad de Camionera. Ante la situación desesperada de sus vecinos, decidió utilizar sus propios recursos para cocinar y distribuir comida gratuita a quienes no podían acceder a alimentos por los altos precios o la escasez. Sin pretensiones ni alardes, este gesto de humanidad y altruismo se ha convertido en un símbolo de esperanza. En un contexto en el que muchos optan por el beneficio propio, gestos como estos son dignos de alabanza y reconocimiento, y nos recuerdan que el amor al prójimo todavía tiene un lugar en nuestra sociedad.
No obstante, mientras celebramos estos gestos de solidaridad, es igualmente necesario revisar y denunciar a aquellos que han elegido lucrar con el sufrimiento ajeno. El fenómeno de la especulación en tiempos de crisis no es nuevo, y no se limita solo a Cuba. En Miami, donde reside una parte significativa de la diáspora cubana, existe una amplia experiencia con personas que, en situaciones difíciles, han explotado la desesperación de los más vulnerables para su propio beneficio. Pareciera que este modelo de conducta se ha exportado a la isla, donde algunos, en lugar de brindar ayuda, han optado por inflar los precios y aprovecharse de las dificultades del pueblo.
La crisis energética actual es una prueba dura para los cubanos. Sin electricidad, sin alimentos suficientes y con un futuro incierto, el país se enfrenta a uno de los momentos más críticos de su historia reciente. Sin embargo, como en toda crisis, esta situación es también un espejo que refleja lo mejor y lo peor de las personas. Es el momento de celebrar los gestos de amor y generosidad que surgen en la adversidad, al tiempo que debemos condenar a quienes buscan enriquecerse con el dolor ajeno.
Si bien el panorama puede parecer sombrío, es reconfortante saber que aún existen aquellos que optan por la solidaridad y la compasión. En un país donde la crisis parece no tener fin, tal vez estos pequeños actos de amor sean una señal de que no todo está perdido. La verdadera batalla no solo está en la lucha por superar las dificultades económicas y energéticas, sino también en preservar nuestra humanidad.