Cerdo escultura plátanos fuego, hombre y mujer sonrientes

Una Navidad en Cuba: Luces de esperanza en medio de la escasez

La Navidad en Cuba, esa época del año que en muchos lugares del mundo se asocia con alegría, unión familiar y abundancia, llega una vez más marcada por carencias materiales y retos cotidianos para la mayoría de los cubanos. Este 2024 no ha sido la excepción, y las festividades en la Isla reflejan las profundas dificultades económicas que atraviesa el país.

En un contexto de inflación creciente, desabastecimiento y una crisis energética que afecta a todas las provincias, las celebraciones navideñas para muchas familias cubanas se reducen a un acto de resistencia. Las mesas, que en otras épocas se llenaban de lechón, yuca con mojo, arroz congrí y turrones, hoy se conforman, en muchos hogares, con lo que se pueda conseguir: un poco de arroz, huevos y algún vegetal, si se tiene suerte. El acceso a productos tradicionales de estas fechas, como los dulces o las bebidas, es un lujo que pocos pueden permitirse.

Las largas colas para comprar pollo, aceite o harina —cuando estos productos llegan a los mercados— son un recordatorio constante de que la Navidad en Cuba, más que un tiempo de disfrute, es un período de lucha. En muchos hogares, las luces del árbol, si es que lo hay, permanecen apagadas debido a los cortes eléctricos frecuentes que han marcado el año.

Pero más allá de lo material, lo que más pesa para muchas familias cubanas es la separación. La diáspora cubana sigue creciendo, y miles de familias viven esta Navidad con una silla vacía en la mesa. Las llamadas por WhatsApp y los mensajes de voz se convierten en el único vínculo entre quienes permanecen en la Isla y quienes han emigrado en busca de mejores oportunidades.

Sin embargo, a pesar de las dificultades, el espíritu navideño sigue encontrando formas de manifestarse en Cuba. En los barrios, los vecinos se unen para compartir lo poco que tienen. Un grupo de niños corre por las calles con juguetes sencillos, algunos donados por familiares en el extranjero. Las iglesias, aunque llenas de personas que buscan consuelo espiritual, también son espacios donde se organizan actividades para apoyar a los más vulnerables.

Es un reflejo de la capacidad de los cubanos para encontrar alegría incluso en las circunstancias más difíciles. La Navidad, aunque lejos de los ideales de abundancia y prosperidad, sigue siendo un tiempo para valorar lo esencial: la familia, los amigos y la solidaridad.

Esta realidad, sin embargo, no debería ser normalizada. La Navidad, como cualquier celebración, debería ser un momento de alegría plena y no un recordatorio de las carencias. En un país donde el ingenio popular y la voluntad colectiva intentan suplir la falta de recursos, surge la pregunta: ¿cuántas más Navidades pasarán antes de que los cubanos puedan disfrutar de estas fiestas sin las sombras de la escasez y la incertidumbre?

La esperanza, como cada año, es que el próximo diciembre sea diferente, que las luces no solo brillen en los arbolitos, sino también en los corazones de los cubanos, iluminando un futuro donde celebrar deje de ser un acto de resiliencia y se convierta en lo que siempre debió ser: un motivo de alegría compartida.

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