Yadiel y Claudia, una pareja cubana de 29 y 27 años, solían soñar con construir un hogar estable para su hijo Alejandro, de apenas tres años, en la pequeña casa que con tanto sacrificio lograron edificar en Cienfuegos. Pero la cruda realidad de la vida en Cuba –marcada por la escasez de alimentos, apagones interminables y un futuro que parecía cada día más sombrío– los llevó a tomar una decisión desgarradora: abandonar su tierra natal para darle a su hijo la oportunidad de un mañana mejor.
El día que vendieron su casa, junto con todos los muebles y recuerdos que alguna vez llenaron sus vidas de calidez, fue el principio de un viaje lleno de incertidumbre y dolor. «Dejamos atrás todo lo que éramos», contó Claudia entre lágrimas, sosteniendo a Alejandro en brazos. «Nunca pensé que tendría que vender la cuna donde dormía mi bebé o las fotos de nuestra boda. Pero cuando mirábamos hacia adelante, no veíamos nada. Nada que ofrecerle a él.»
La salida: un paso hacia lo desconocido
Con los pocos ahorros de la venta de su hogar y algunas pertenencias, la pareja reunió lo necesario para pagar a un coyote que prometió guiarlos hasta la frontera de México con Estados Unidos. Sin embargo, ese fue solo el inicio de una travesía marcada por la desesperación y el miedo constante.
La primera etapa del viaje, cruzando Centroamérica, estuvo llena de penurias. Las noches eran frías y peligrosas, y los días interminables. Caminaban durante horas con Alejandro sobre los hombros de Yadiel, mientras Claudia cargaba una pequeña mochila con agua y las pocas pertenencias que pudieron llevar consigo. «Había días en los que Alejandro lloraba de hambre, y yo tenía que fingir que había comida en camino. Solo podíamos esperar a que se durmiera para no escuchar su llanto», relató Claudia.
En un momento del trayecto, Yadiel enfermó gravemente debido a las pésimas condiciones del agua que lograron conseguir en una aldea. Claudia temió lo peor: «Pensé que no lo lograríamos. Veía a mi esposo tan débil que me pregunté cómo seguiríamos adelante si algo le pasaba.»
Un secuestro que puso todo en peligro
El punto más aterrador de la travesía llegó en el norte de México, cuando un grupo armado interceptó a la familia y los mantuvo secuestrados durante siete días en una pequeña habitación sin ventilación. «No había espacio para moverse, apenas nos daban agua. Alejandro preguntaba por qué estábamos encerrados, y yo no sabía cómo explicárselo sin romperme por dentro», dijo Yadiel.
Los captores exigieron un rescate que la pareja no podía pagar. Claudia entregó lo último que llevaba: un par de aretes que le regaló su madre y un anillo que había sido de su abuela. Finalmente, tras días de negociación, los dejaron ir. «En ese momento, me sentí rota. No éramos dueños de nada, ni siquiera de nuestra libertad», confesó.
Una esperanza que los mantiene en pie
Hoy, la familia permanece en un albergue en la frontera norte de México, esperando poder iniciar un proceso legal para solicitar asilo. Aunque están a salvo, las cicatrices emocionales de lo vivido son evidentes. «No deseamos esto para nadie», expresó Claudia. «Si pudiera regresar el tiempo, me gustaría haber tenido una opción diferente, una oportunidad en Cuba que no nos obligara a arriesgar nuestras vidas.»
Yadiel también compartió sus sentimientos de culpa: «Cada paso que dimos fue pensando en nuestro hijo, pero a veces me pregunto si lo hemos expuesto a demasiados peligros. Sin embargo, ¿qué otra opción teníamos? ¿Verlo crecer en un país donde todo lo que necesita para vivir es un lujo inalcanzable?»
Una llamada de atención sobre la realidad en Cuba
Historias como la de Yadiel, Claudia y Alejandro son un reflejo de la crisis que enfrenta Cuba. La falta de oportunidades, la escasez crónica y la creciente desesperación están empujando a miles de familias a abandonar la isla en busca de un futuro que sienten que no pueden construir en su tierra natal.
Aunque su experiencia es un testimonio de valentía y amor, también es un grito silencioso que clama por cambios profundos. «No queríamos irnos. Amamos nuestra isla, pero no pudimos quedarnos de brazos cruzados viendo cómo todo empeoraba», dijo Claudia.
El sacrificio de esta familia cubana no es solo una historia de sufrimiento, sino también una prueba del inmenso amor de unos padres que lo arriesgaron todo por su hijo. Mientras esperan encontrar estabilidad en un país extranjero, su historia es un recordatorio de las dificultades que atraviesan muchas familias cubanas y de la urgente necesidad de que esas circunstancias cambien.