En medio de la devastación que dejó el huracán Melissa en el oriente cubano, una escena captada durante la visita de Miguel Díaz-Canel al poblado de El Cobre, en Santiago de Cuba, ha generado una ola de indignación nacional.
Durante su recorrido, el mandatario fue interpelado por una mujer que, entre lágrimas, le gritó: “No tenemos cama”. La respuesta del gobernante, en tono molesto y con una visible falta de empatía, fue inmediata:
“Y yo tampoco tengo para dártela ahora.”
La frase, que quedó registrada en video y fue difundida en redes sociales por el presentador Alex Otaola, se viralizó rápidamente y provocó un amplio rechazo entre los cubanos, que consideraron la respuesta como insensible y humillante hacia una víctima que lo había perdido todo.
Una respuesta que muestra desconexión
El propio Díaz-Canel intentó matizar posteriormente sus palabras, explicando que “van a ir grupos a hacer evaluación de los daños” y que “se están gestionando donaciones y recursos”. Pero el daño ya estaba hecho. En lugar de transmitir consuelo, su respuesta dejó ver distancia, cansancio y desconexión ante el sufrimiento de la población.
Un presidente no solo debe dirigir, sino consolar, acompañar y ofrecer esperanza. En momentos de crisis, el lenguaje importa. Y en este caso, cada palabra evidenció un vacío de liderazgo. Cuba no necesita que su presidente comparta las carencias del pueblo, sino que actúe para resolverlas.
El silencio y la desesperanza en El Cobre
Vecinos de la localidad confirmaron que muchas familias siguen sin recibir ayuda tras la tragedia. Las imágenes muestran calles destruidas, viviendas colapsadas y pobladores durmiendo sobre el suelo o bajo techos improvisados.
“Perdimos todo: la casa, los colchones, los alimentos. Nadie ha venido todavía”, relató una residente en redes sociales.
El Cobre, símbolo histórico de fe y resistencia, se encuentra hoy sumido en la desolación. Paradójicamente, es allí donde la falta de compasión política ha resultado más evidente.
Un liderazgo que no conmueve
No se trata solo de una frase desafortunada. La respuesta de Díaz-Canel representa un modelo de liderazgo que se aleja del pueblo, que prioriza el discurso antes que la acción, y que responde a la desesperación ciudadana con frases hechas.
La compasión no se decreta ni se simula: se ejerce. Y cuando un gobernante no sabe consolar a una víctima, ha dejado de representar al pueblo que dice servir.
El país esperaba empatía. Recibió indiferencia.
Y en medio de los escombros, la imagen de una mujer pidiendo una cama se ha convertido en símbolo del desencanto de una nación que ya no espera promesas, sino humanidad.
Fuente: declaraciones públicas, reportes ciudadanos y publicaciones difundidas en redes sociales
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