En las calles de Cuba, una escena desgarradora se repite día tras día: un perro herido y abandonado, apenas aferrándose a la vida, yace en el pavimento frío y cruel. Esta imagen, dolorosamente vívida, refleja una verdad que muchos prefieren ignorar: la profunda y persistente crueldad hacia los animales en nuestro país.
Un perro indefenso, cubierto de heridas y con la mirada perdida, es un testimonio mudo de una sociedad que ha fallado en proteger a sus seres más vulnerables. Cada herida, cada cicatriz en su cuerpo cuenta una historia de sufrimiento y abandono. El dicho «una sociedad se mide en la forma en que trata a sus animales» nunca ha sido más pertinente. ¿Qué dice entonces de nosotros, los cubanos, cuando permitimos que estos actos de crueldad ocurran bajo nuestra mirada complaciente y, a menudo, indiferente?
El karma hará pagar muy caro a los sin escrúpulos que actúan ante la mirada blanda de un gobierno que ha fallado en implementar y hacer cumplir leyes efectivas contra el maltrato animal. Cada acto de crueldad no solo hiere a los animales físicamente, sino que también deja una cicatriz moral en nuestra sociedad. Es una deuda que crecerá con el tiempo, hasta que tomemos acciones firmes para proteger a aquellos que no pueden defenderse por sí mismos.
Las sociedades protectoras de animales en Cuba son los héroes silenciosos en esta lucha. Con recursos extremadamente limitados y enfrentando obstáculos monumentales, estas organizaciones se dedican a rescatar, cuidar y buscar hogares para animales que han sido abandonados y maltratados. Trabajan incansablemente, a menudo en condiciones precarias, para ofrecer un rayo de esperanza en medio de tanta oscuridad. Sin embargo, su lucha, por más noble que sea, es una batalla desigual contra una marea constante de crueldad y abandono.
Estas organizaciones realizan milagros con muy poco, pero no pueden hacerlo solos. Necesitan el apoyo de todos nosotros: ciudadanos conscientes, gobiernos responsables y una comunidad internacional que no cierre los ojos ante el sufrimiento de los animales en Cuba. Debemos exigir políticas más firmes, educación sobre la tenencia responsable de mascotas y el establecimiento de leyes que castiguen severamente el maltrato animal.
No podemos seguir siendo espectadores pasivos de esta tragedia cotidiana. Es imperativo que cada uno de nosotros tome una postura activa contra el maltrato animal, que alce la voz por aquellos que no pueden hablar por sí mismos. La indiferencia es complicidad, y cada momento que pasamos sin actuar es un momento en que otro animal sufre innecesariamente.
Esta imagen de un perro herido y abandonado no debe ser solo una nota triste en el margen de nuestras vidas. Debe ser un llamado a la acción, un recordatorio constante de que la compasión y la humanidad se miden en cómo tratamos a los más indefensos entre nosotros. Necesitamos un cambio urgente y profundo, no solo en nuestras leyes, sino también en nuestros corazones.
El futuro de nuestros animales depende de las decisiones que tomemos hoy. Es hora de mostrar que somos una sociedad verdaderamente civilizada, que se preocupa por el bienestar de todos sus miembros, sin importar cuán pequeños o grandes sean. La crueldad animal en Cuba debe terminar, y ese cambio empieza con cada uno de nosotros.