Un nuevo operativo llevado a cabo por fuerzas del Ministerio del Interior en Guantánamo dejó al descubierto la creciente dimensión del tráfico de drogas en Cuba, un fenómeno que, lejos de ser esporádico, empieza a adquirir rasgos de epidemia silenciosa. El caso más reciente ocurrió en la calle 2 Oeste entre 1 y 2 Norte, donde se allanaron dos viviendas utilizadas presuntamente como centros de almacenamiento y distribución de marihuana.
Durante el registro, los agentes incautaron varias libras de picadura de marihuana, así como envoltorios ya fraccionados y listos para su venta, junto a utensilios típicos del microtráfico. El principal implicado, que ya había cumplido condena por delitos similares, fue arrestado, lo que pone en evidencia la reincidencia y la fragilidad del sistema de reinserción social frente al narcotráfico.
Uno de los episodios más llamativos del operativo fue el intento desesperado de una mujer, hermana del acusado, quien intentó ocultar parte de la droga arrojándola al inodoro y a un registro de desechos en un corral de cerdos. El acto, aunque infructuoso, demuestra el nivel de implicación de varios miembros del entorno familiar y el grado de desesperación frente a la inminencia de una sanción penal.
Este caso, como otros recientes en diferentes provincias, refuerza la preocupación creciente sobre el avance de las drogas en comunidades cubanas, especialmente en zonas urbanas con altos niveles de vulnerabilidad social. Pese a los esfuerzos oficiales por combatir esta actividad, los reportes sobre consumo entre jóvenes, microtráfico y fabricación casera de sustancias no han hecho más que aumentar.
Aunque las autoridades insisten en que se trata de casos aislados, la frecuencia de los operativos, las incautaciones y los testimonios ciudadanos dibujan un panorama cada vez más complejo. A ello se suma la limitada transparencia estadística sobre el fenómeno y la falta de políticas públicas claras para la prevención y el tratamiento del consumo, factores que impiden una evaluación certera de la magnitud real del problema.
En lugar de respuestas integrales, el enfoque sigue siendo predominantemente represivo, con énfasis en el castigo y escasa atención a las causas estructurales: desempleo juvenil, pobreza, desesperanza social y falta de alternativas de desarrollo personal. Expertos en criminología y salud pública han advertido que sin una estrategia preventiva y comunitaria, el narcotráfico seguirá creciendo en silencio, poniendo en riesgo a sectores enteros de la población.
Mientras tanto, este caso en Guantánamo deja una señal de alerta: el tráfico y consumo de drogas ya no son una amenaza lejana, sino una realidad cotidiana en expansión que requiere respuestas más profundas y sostenidas.
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