Niñas en uniforme escolar jugando afuera.

“Somos muertos vivientes”: madre cubana se niega a enviar a su hijo a la escuela por los apagones interminables

Puerto Padre, Las Tunas – 8 de junio de 2025 — “No hay comida, no hay transporte, no hay luz. Esto es insostenible”, afirma Yolexis, madre de un niño en edad escolar y residente en Limones, una comunidad rural cercana a Puerto Padre, en el oriente cubano. Ante la falta de condiciones mínimas para garantizar la salud y la educación de su hijo, ha tomado una decisión drástica: no enviarlo más a la escuela.

Lo que ocurre en Limones no es un hecho aislado, sino parte de una crisis nacional prolongada que afecta de manera más aguda a las zonas rurales. En la localidad, los apagones superan con frecuencia las 20 e incluso las 24 horas diarias, dejando a familias enteras en una parálisis forzada. En las noches, no hay alumbrado; en el día, no hay cómo conservar alimentos o realizar las tareas básicas del hogar.

“El niño no puede estudiar, no puede dormir bien, no come lo suficiente. ¿Cómo quieren que lo mande a la escuela si lo que estamos viviendo aquí no es vida?”, se pregunta Yolexis, cuya experiencia representa a muchas madres cubanas atrapadas en una rutina marcada por la escasez y la incertidumbre.

A pesar de los anuncios oficiales que prometen mejoras en la generación eléctrica y la distribución de combustible, la realidad sobre el terreno desmiente sistemáticamente esas promesas. En provincias como Las Tunas, Camagüey, Granma y Holguín, la falta de energía eléctrica ha dejado de ser una excepción para convertirse en la regla. Incluso en horarios escolares, los centros educativos carecen de luz, ventilación o condiciones mínimas para impartir clases.

La infraestructura del país, severamente deteriorada, no parece estar en condiciones de enfrentar esta situación. La obsolescencia del sistema eléctrico nacional, las dificultades para acceder a piezas de repuesto y el déficit crónico de combustible se combinan para conformar una tormenta perfecta, cuyo impacto recae directamente sobre los sectores más vulnerables.

Mientras tanto, las autoridades no ofrecen respuestas concretas ni plazos claros. Las notas informativas de la Unión Eléctrica hablan de «afectaciones por déficit de generación» o «trabajos de mantenimiento programados», sin abordar la magnitud del problema ni su impacto social. En las calles, crece el malestar, pero también el silencio, producto del agotamiento.

La situación en Limones es solo una muestra del “nunca acabar” que hoy vive Cuba, donde la vida cotidiana está marcada por la precariedad. Las familias enfrentan decisiones extremas cada día: elegir entre enviar a sus hijos a la escuela sin desayunar o dejarlos en casa para ahorrar el poco alimento disponible; hacer largas colas sin garantía de éxito o simplemente resignarse a esperar.

El testimonio de Yolexis es una advertencia: la crisis no se ha contenido, se ha normalizado. Y esa normalización del colapso es quizás uno de los signos más alarmantes del momento actual que atraviesa la nación.

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