«Somos continuidad» es la consigna que ha resonado constantemente en la narrativa oficial cubana, una frase que promete preservar lo logrado, pero que para muchos cubanos se ha convertido en símbolo de la prolongación de los problemas que agobian al país. Hoy, la cotidianidad en Cuba es un espejo de lo que esta continuidad realmente significa: una vida plagada de apagones, escasez de alimentos, transporte deficiente, servicios pésimos tanto para la población local como para el turismo, y una burocracia que parece más empeñada en trabar que en facilitar la vida diaria.
Apagones cada vez peores
El drama de los apagones, que ya formaba parte del día a día de los cubanos, ha alcanzado niveles críticos. No es raro que los barrios enteros pasen más de 10 horas sin electricidad, afectando todo, desde la conservación de alimentos hasta la posibilidad de seguir una rutina mínima. «Cada vez es peor», comenta indignado Javier, un habanero que se queja de que los cortes de energía son tan frecuentes que ni siquiera puede mantener sus productos refrigerados en casa. «Uno no sabe si poner la nevera a funcionar o apagarla para no gastar lo poco que queda de corriente», añade.
Los apagones no solo afectan la vida en los hogares, sino que paralizan sectores clave de la economía, incluyendo el turismo, que es uno de los pilares más importantes del país. Hoteles sin aire acondicionado, restaurantes que no pueden ofrecer un servicio continuo y turistas que se quejan de las incomodidades son ahora parte del paisaje cubano.
La Continuidad de la Escasez
La escasez de alimentos, lejos de mejorar, parece profundizarse con el tiempo. Productos básicos como arroz, aceite y leche se han vuelto un lujo para muchas familias. Los mercados están desabastecidos y las colas para adquirir cualquier tipo de producto son interminables. «A veces paso hasta seis horas en una fila para comprar algo, y cuando llego ya no queda nada», dice Ana María, residente de Santiago de Cuba.
El mercado informal, o «la bolsa negra», se ha vuelto el único refugio para aquellos que pueden permitírselo. Sin embargo, los precios en este mercado paralelo están fuera del alcance de la mayoría. «Todo lo que se consigue por la izquierda es carísimo, pero no te queda otra opción porque el Estado no garantiza nada», afirma Alberto, un trabajador por cuenta propia en Cienfuegos.
Transporte: Un Caos Diario
El transporte público es otro reflejo del caos que vive la isla. Los ómnibus son escasos y están en mal estado, y el combustible es otro recurso que parece haberse desvanecido de la noche a la mañana. Los cubanos pasan horas esperando un bus que nunca llega, o simplemente no aparece porque el sistema está colapsado. «No sé cuántas veces he tenido que caminar kilómetros para llegar al trabajo porque no hay guaguas. Y eso, si no llega la policía para desbaratar cualquier intento de transporte alternativo», relata María, una madre de dos hijos que trabaja en La Habana.
El sector turístico, que en teoría debería ser una prioridad, tampoco escapa a la crisis del transporte. Los turistas enfrentan largos tiempos de espera para moverse entre las principales atracciones del país, lo que ha generado críticas constantes en plataformas de reseñas internacionales. Muchos optan por no volver a la isla debido a las incomodidades.
Servicios Pésimos y Burocracia Sofocante
La calidad de los servicios públicos en Cuba sigue cayendo en picada. Hospitales sin los medicamentos más básicos, escuelas en deterioro, agua potable que no llega con regularidad: todo esto forma parte del día a día de los cubanos. Además, cualquier gestión se convierte en una odisea gracias a la burocracia. «Ir a una oficina pública a resolver algo es un calvario. Te pasas todo el día entre papeles y firmas que no te resuelven nada», comenta Ricardo, quien pasó semanas tratando de obtener un permiso de construcción en su barrio.
El turismo, uno de los sectores que el gobierno insiste en mantener a flote, también sufre las consecuencias de esta ineficiencia. Las quejas por la falta de atención, la mala calidad de los servicios y la poca disponibilidad de infraestructura adecuada son comunes. “Un amigo vino a visitarme desde Canadá y terminó yéndose antes de lo planeado. Me dijo que la isla es hermosa, pero no aguanta más las incomodidades”, cuenta Luis, residente en Varadero.
Dirigentes que Parecen Desconectados
Mientras el pueblo enfrenta estas penurias diarias, muchos dirigentes parecen desconectados de la realidad. Las preocupaciones de algunos altos funcionarios parecen centrarse más en mantener su estatus y en cómo aumentar algunas libras, en lugar de buscar soluciones efectivas para los problemas que sufren los cubanos. Las promesas de cambios y mejoras suelen quedarse en palabras vacías, y el tiempo sigue pasando sin que se implementen medidas que realmente beneficien a la población.
«Los dirigentes no están preocupados por resolver nuestros problemas, solo buscan cómo mantenerse bien ellos», comenta con resignación Ernesto, un trabajador del sector agrícola en Pinar del Río. «Estamos cansados de tanto desorden, de tanto cuento y de que nunca cambie nada.»
La Continuidad de la Desesperación
La frustración de los cubanos es palpable. Los apagones, la falta de alimentos, el transporte deficiente, los servicios públicos en ruinas y una burocracia asfixiante son solo parte de un sistema que parece condenado a la ineficiencia perpetua. En lugar de soluciones, el pueblo recibe discursos que hablan de una «continuidad» que, para muchos, no es más que la prolongación de la desesperación.
«Esta continuidad no es más que la continuidad de los problemas, de la depauperación, del desorden, de la falta de alimentos y transporte, de los servicios pésimos», dice Clara, una jubilada de 72 años. «Si esto es lo que nos prometen, entonces estamos condenados a seguir en lo mismo para siempre».
La promesa de «continuidad» ha dejado de ser una esperanza para muchos cubanos, y se ha convertido en un recordatorio diario de los errores, las carencias y el sufrimiento que, lamentablemente, siguen sin resolverse.