En un país sacudido por una crisis económica cada vez más profunda, la participación de Sandro Castro, nieto del expresidente Fidel Castro, en el desfile del Primero de Mayo en la Plaza de la Revolución ha generado un aluvión de críticas en redes sociales. En medio de los apagones que duran hasta 20 horas en algunas provincias y una escasez aguda de alimentos y medicinas, la presencia sonriente y despreocupada del joven miembro de la familia Castro ha sido percibida por muchos como una provocación.
El desfile, convocado por el gobierno cubano para conmemorar el Día Internacional de los Trabajadores, reunió a miles de personas en la capital. No obstante, en plataformas como X, numerosos usuarios denunciaron que la asistencia fue más producto de presiones institucionales que de un genuino respaldo a la celebración. “Mientras cada día es un desafío para comer y tener luz, Sandro desfila como si nada. ¿Cuántas horas de apagón tendrá él?”, se preguntaba un usuario, evidenciando el descontento creciente ante lo que muchos consideran una desconexión flagrante entre la élite y la población.
La situación energética en la isla es alarmante. Según reportes ciudadanos, en Santiago de Cuba los cortes eléctricos pueden extenderse por casi todo el día, mientras que en La Habana alcanzan las 10 horas. Estos apagones afectan la conservación de alimentos, el bombeo de agua y el funcionamiento de servicios básicos. La escasez de productos esenciales, como medicinas y combustibles, se ha intensificado, lo que obliga a muchos cubanos a depender del mercado informal o de remesas enviadas por familiares en el extranjero.
En este contexto, las constantes apariciones públicas y publicaciones en redes sociales de Sandro Castro han sido interpretadas como una afrenta a la población. Recientemente, el joven compartió un video en Instagram en el que se burla de los apagones en Europa, diciendo: “Me voy pa’l ranch, que nosotros gozamos la oscuridad”, en alusión a una de las propiedades familiares. Este tipo de mensajes, sumados a fiestas ostentosas como la de su cumpleaños en diciembre de 2024 en el bar EFE —en pleno colapso energético—, han reforzado la percepción de que vive al margen de las penurias que sufre el pueblo cubano.
Durante el desfile de este 1 de mayo, Castro fue visto acompañado de un grupo de jóvenes, en un evento que el gobierno presenta cada año como muestra de unidad nacional. Sin embargo, en redes sociales abundan los comentarios que lo señalan como símbolo de privilegio y desconexión. “Que vaya Sandro, porque yo no voy ni pa’l carajo”, escribió otro usuario, resumiendo el sentir generalizado de rechazo.
Algunos, en una interpretación más inusual, sugieren que su comportamiento podría ser una forma de sátira involuntaria contra el sistema. “Empiezo a sospechar que Sandro Castro es un genio de la sátira anticomunista. Sus excéntricos actos ridiculizan al castrismo y exponen sus contradicciones”, escribió un usuario en tono ambiguo. No obstante, estas opiniones son minoría frente al alud de críticas que lo acusan de cinismo e indiferencia.
La figura de Sandro Castro ha evolucionado en los últimos años hasta convertirse, para muchos, en una representación visual de los privilegios de la élite cubana. Su presencia en el desfile del Primero de Mayo, lejos de inspirar unidad o respaldo al gobierno, ha profundizado la percepción de una brecha insalvable entre quienes ostentan el poder y aquellos que, día tras día, enfrentan la escasez, la inflación y la incertidumbre.